Antes de ayer y pasado
mañana, o lo que puede ser pintura hoy, Museo de Arte
Contemporáneo Unión Fenosa (MACUF), Avenida de Arteixo 171, La Coruña. Hasta el
30 de septiembre 2009.
Comisario: David Barro
Publicado en
Cultura/s, supl. Cultural de LA VANGUARDIA, 3 de junio de
2009, p. 21.
Ante
esta excelente exposición que cuestiona lo que pueda ser la pintura hoy, con
sesenta y cinco ejemplos excepcionales y diversos, caben plantearse al menos
tres reacciones. En primer lugar, de deleite y disfrute de la buena salud que
goza la pintura. Ya desde el título, con ese desenfadado tránsito temporal desde
“antes de ayer” a “pasado mañana”, se nos avisa de que el discurso apocalíptico
de la “muerte de la pintura” tan típico de la década de los noventa, ha quedado
sobrepasado: y no como en algunas de sus anteriores “muertes” a lo largo del
siglo XX, a la manera de un golpe de mano a cargo del mercado; sino con una
vitalidad robusta, basada en la consolidación de tantas recuperaciones que han
terminado formando el paradigma de una nueva tradición. A ella han contribuido
tanto Peter Halley como Jonathan Lasker, David Salle y Kippenberger; y en
nuestro país, por supuesto, Luis Gordillo. Estructuras, módulos, grafías y
figuraciones a las que también siguen aportando otros grandes, como Helmut
Dorner, Uslé, Sarmento y Cabrita Reis; y algunos desafortunadamente menos
frecuentados en nuestro país, como Bernard Frize, Frank Nitsche, Stephen
Hirsig, Fiona Rae, Cecily Brown, e incluso nuestro Pedro Barbeito, residente en
Nueva Yok. Además de algunas telas muy recientes: como lo último de Ghada Amer
y Adriana Varejao. Todos con piezas excelentes, muy escogidas y cuyo préstamo
cercano –la mayoría, de colecciones públicas y privadas gallegas y portuguesas-
ofrece una impresión bastante más halagüeña de la habitual respecto al
coleccionismo ibérico contemporáneo.
Este festival de pintura, además, exhibe con solvencia la expansión
de la pintura hacia la objetualidad: de Imi Knoebel pero también de Miquel Mont;
hasta su hibridación escultórica e
instalativa: de Ángela de la Cruz, Jessica Stockholder y la joven Nuria Fuster;
además de la ya conocida Sandra Cinto y el siempre desbordante Fabian
Marcaccio. Junto a la feliz compaginación de lo pictórico con lo performativo
-en la ya clásica artista conceptual
Helena Almeida-; y de lo pictórico reflexionado a través de los vídeos de Anri
Sala y Eve Sussman sobre el tableaux
vivant de Las Meninas.
Todo un mosaico de enorme riqueza y pluralidad que hacen de esta
muestra una exposición referencial:
respaldada, además, por un muy extenso ensayo a cargo del comisario, David
Barro, que explica sin dogmatismos y con fina urdimbre los orígenes de tal
entramado: desde la pintura “Negro sobre negro” de Malevitch, al shaped canvas de Frank Stella que iguala
formato y figura –pero rompiendo una lanza en este descubrimiento por la pionera
Lygia Pape, en paralelo a su reivindicación de la figura de Marcia Hafif entre
los dedicados a los monócromos en los setenta. Y otros fundamentos, entre los
que no cabe olvidar la opción de Buren de la pintura como “un objeto más en el
mundo”: su respuesta personal a la investigación en los sesenta del grupo BMPT
sobre “qué es lo mínimo necesario para que algo en una superficie pueda
considerarse pintura”. Un repaso en el que quizá flojea su disquisición por la
pintura figurativa porque, como dice Barro, en nuestra tradición reciente, ésta
no renació nunca “porque en realidad, nunca se materializó una auténtica muerte
o desaparición”. Y que en la exposición, a parte del joven Jerónimo Elespe –que
dará mucho que hablar-, se denota en la omisión de imprescindibles como, por ejemplo, Marlene Dumas o John Currin.
Por último, el posible cuestionamiento de cuál sería el máximo de
excedente (e hibridación) que nos obligaría a desligar la pintura de lo
pictórico y de lo que ya sólo es experiencia visual del color por otros medios
y mirada compartida pero desgajada de la tradición pictórica, nos lo ofrece,
por ejemplo, la maravillosa pieza en vidrio de Olafur Eliasson, la
instalaciones de Kounellis, o las fotografías de Sam Samore y David Levinthal. Pero
esto no debilita, sino que intensifica la fuerte experiencia visual y reflexiva
sobre pintura que ofrece esta exposición.