Arte Conceptual de Moscú

El final de la utopía, el final de la historia
La Ilustración Total. Arte conceptual de Moscú, 1960-1990, Fundación Juan March, Madrid.
Comisario: Boris Groys
Publicado en Cultura/s, 19 de noviembre de 2008

En Occidente, la vida en la Unión Soviética bajo el llamado Socialismo Real sigue despertando casi tanto morbo como cada pequeña anécdota de la Alemania nazi. El secretismo tras el Telón de Acero, entonces sólo roto por el anuncio de planes quinquenales en Pravda, amenazas político-militares y éxitos de sus astronautas, después de la quiebra del régimen comunista dio paso a principios de los años noventa a la llegada de individualidades, extraña y extraordinariamente adaptadas al ultraliberalismo occidental. ¿Cómo nos conocían tan bien? Y en definitiva, ¿cómo fue aquello?
Algunas respuestas se hallan en esta importante exposición que por primera vez en España, con más de 200 obras de 25 artistas, presenta la “Ilustración total” que de aquel sistema comunista hicieron el grupo marginal de “conceptualistas moscovitas”. Una muestra que, coproducida con la Schirn Kunsthalle de Frankfurt y comisariada por Boris Groys, actualmente profesor en las universidades de Karlsruhe y Nueva York pero entonces en Leningrado y Moscú, pone fin a la anomalía de que conociéramos antes el trabajo reciente de algunos de sus protagonistas: Iliá Kabakov, Komar & Melamid, Bulatov, que el movimiento en el que germinaron unos planteamientos que, al fin, reconocemos tan afines en su lejanía.
El montaje es de tan compacto, transparente. No hace falta leer –aunque sea muy interesante- la decena de textos en el excelente catálogo, para imbuirse del siniestro ambiente burocrático que regía la vida de los individuos, la continua reflexión y recreación performativa de la experiencia nihilista del absurdo, la poética literaria de la huida y de la desaparición, y el revulsivo tratamiento anestésico del grupo Inspección Hermenéutica Médica. Instalaciones, cuadros y objetos, cajas, libros, fotografías y un buen puñado de grabaciones con performances (pero subtituladas en alemán) dan cuenta de la intensidad creativa de un grupo tan reducido –quizá el último grupo vanguardista- que comprende dos generaciones: de padres a hijos. Ignorados por el aparato del partido, no fueron perseguidos: sólo quedaron al margen. Y en su aislamiento, reprodujeron un aparato paralelo. Dedicándose muchos de ellos profesionalmente a la edición y el diseño gráfico, todo era rotulado, documentado, archivado. A semejanza y como parodia del sistema. Un arte lingüístico y metalingüístico para criticar la estructura. Ni siquiera el exotismo del cirílico en cada pieza de esta exposición (con austeras cartulinas colgadas con la respectiva traducción) impide apreciar su genuina inspiración conceptual.
No fue la importación de un movimiento occidental. Las propuestas del grupo Art & Language y de J. Kosuth fueron conocidas por los conceptuales moscovitas gracias a las publicaciones que llegaban a la capital rusa. Sin embargo, mientras que la desmaterialización en Occidente se dirigió contra el mercado, dada su ausencia en el sistema comunista, el conceptualismo moscovita se constituyó como un grupo de investigación de la economía simbólica soviética. Por lo que durante los setenta y los ochenta confluyó, en su peculiaridad, con las críticas postestructuralistas y deconstructivas de las mitologías de capitalismo en Europa y Estados Unidos. Este paralelismo se acentúa teniendo en cuenta la simetría de su genealogía. Pues el rol desempeñado por Duchamp en el conceptual occidental es el presidido en el moscovita por Malévich (como se explicita, por ejemplo, en la Acción Colectiva “La tercera variante”, 1978)-: quien ya hacia 1915 realizó una serie de dibujos con palabras que sustituían su representación visual, comentando “en lugar de pintar chozas en los rincones de la naturaleza, es mejor escribir ‘Aldea’, y en cada uno surgirá ella con detalles más minuciosos y en su totalidad”. En definitiva, la creación de un espacio de libertad. Entonces, tiene razón B. Buchloh quien desde la influyente revista neoyorquina October ha insistido en reivindicar la importancia de las vanguardias históricas rusas para comprender el arte contemporáneo occidental.
Hermético y hermenéutico, nómada y nominalista, ya se entienda como “conceptualismo romántico” o “arte pop discursivo” (“Sots Art”), el final de la utopía que describe se corresponde con exactitud al final de la historia en el arte del tardocapitalismo.