La Ilustración Total. Arte conceptual de Mocú, 1960-1990

La Ilustración Total. Arte conceptual de Moscú, 1960-1990, Fundación Juan March/ Hatje Cantz Verlag, Madrid/Ostfildern, 2008. 424 páginas.
Publicado en EXITBOOK Nº 10, 2009

Afirma Boris Groys, comisario de la exposición que da lugar a esta publicación, que puesto que “el Estado soviético representaba en sí mismo una forma de obra de arte”, el conceptualismo moscovita resultó especialmente adecuado para reflejar la totalidad de la cultura soviética: al entender su praxis como una Ilustración de sus mecanismos ideológicos. Crítica en forma de metalenguaje, mimetizada con los procedimientos de la economía cultural soviética: retórica y archivística, el hecho de que esta empresa fuera llevada a cabo por un grupo reducido de artistas que, por su marginación de la escena artística oficial trabajaban en su mayoría en la industria editorial, sin duda ha determinado la calidad en el diseño de este excelente volumen. Contiene, además del catálogo de más de doscientas obras de veinticinco artistas presentes en la muestra –con las pertinentes traducciones de los textos inscritos-, las biografías e incluso una cronología, más una decena de escritos divididos en dos bloques, de ensayos actuales y documentos y textos históricos.
El depresivo cuento “Sobre el vacío” (1990) de Iliá Kabakov merece entrar a formar parte de la literatura mayor sobre los efectos devastadores sobre los sujetos oprimidos y aislados por cualquier dictadura. Entre los documentos, destacan las aportaciones de Andrei Monastysrki, quien a partir de mediados de la década de los setenta asume la tarea de la autoinstitucionalización del grupo moscovita, documentando y archivando de un modo minucioso, casi burocrático, sus actividades colectivas. Además, se ha incluido “El conceptualismo romántico moscovita” (1979), etiqueta con que Groys sustituyó el hasta entonces llamado “arte de relaciones”.
La reconstrucción historicista, formal y poética, es el objeto de los ensayos recientes: de Groys, que incide en la creación de un “contrapúblico” o “micropúblico” en el conceptualismo moscovita; y de Ekaterina Bobrinskaia, que pacientemente dibuja las peculiaridades de las dos generaciones, de padres a hijos. Por otra parte, los elegantes ensayos de Dorothea Zwirner acerca del problema de traducción del hermetismo lingüístico del conceptual ruso y sobre la interpretación de su talante “omniliterario”; junto a una revisión del exotismo de la “ruseidad” en la cultura occidental y su dificultad en la recepción actual del movimiento moscovita de Martina Winhart completan este compendio en el que sólo chirría el texto de Manuel Fontán del Junco. En tono muy sesgado, Fontán se desliza casi inadvertidamente desde la evocación de un grupo de artistas que vivió am Rande (en los márgenes) a dar por efectivas “las condiciones de una utopía realizada”, para concluir: “su contexto no fue el de la estable sucesión de fracasos parciales de sucesivos proyectos utópicos artísticos, como en Occidente, sino el de la tristesse de la vida soviética tras la victoria sin residuos de un proyecto utópico total y su posterior organización en un sistema político totalitario durante casi un siglo”.