Contra la solemnidad del arte. Luis Gordillo

ICEBERG TROPICAL. LUIS GORDILLO. ANTOLÓGICA 1959-2007, MNCARS, Madrid
Publicado en Cultura/s, 12 de septiembre de 2007

La exposición antológica de cuarenta años de trabajo de Luis Gordillo es fresca, brillante, divertidísima. Quizá este último adjetivo no sea muy habitual en crítica de arte, pero tampoco hay tantos artistas como Gordillo quien, aparte de dominar un amplio abanico de humor –de la ironía a la socarronería-, haya combatido con tanta perseverancia la solemnidad del Arte. Y puesto que es de pies a cabeza pintor, la autista apología de la Pintura Transcendente, bajo cuyo título reinó durante la Modernidad.
Al contrario. Gordillo, que desde joven fue consciente del estado de cuestionamiento de la pintura en la época de la reproducción por los nuevos medios de la imagen, muestra ahora desde sus fotografías y collages de la década de los setenta hasta uno de sus pequeños dibujos mientras habla por teléfono reproducido en mural gigante mediante plotter, especulaciones digitales y pintura sometida a pura escenografía: como papel pintado y motivo decorativo en forma de plantillas ovoides de diseño sobre el lienzo, en una sala cuyo suelo semeja una piscina. Atravesamos césped artificial y una rampa siguiendo el indicador de tubo fluorescente. Encontramos también los típicos apilamientos de cuadros superpuestos sobre el suelo y pintura sobre lona plástica microperforada, cuya textura asemeja la percepción visual de la imagen en parpadeo de baja resolución en televisión o vídeo. En un montaje que ha dirigido él mismo: un feliz autocomisariado para hacer una exposición desde el presente, casi como una enseñanza más de ese “gordillismo” que hace décadas se asoció a la Nueva Figuración y después se ha dispersado por buena parte de los artistas españoles más dispares desde los ochenta hasta hoy. Entre diálogos y dudas. Sin preceptos ni marcando estilo. El “maestro” lo ha repetido casi obsesivamente en los últimos años: la supervivencia de la pintura depende de su estado de crisis, de su necesidad de apertura continua. Por eso, Gordillo rechaza que sus imágenes queden “pegadas a la pared, como sellos: quiero que los cuadros salgan, estén activos”.
En esta exposición, otra vía de activación ha sido renunciar al argumento de desarrollo cronológico, que articuló la presentada en el MACBA –“muy didáctica”- en 2000 bajo el rótulo “Superyo congelado”. Aunque muy distinta, en “Iceberg tropical”, el Premio Velázquez de este año 2007 alude de nuevo a la metáfora calor-frío, para subrayar un método automático-intuitivo/teórico-reflexivo: efusión-retención constante en su trayectoria. Comprendida ahora como una espiral: un abismo intermitente que en su juventud le inhibía de pintar pero que después ha sobrepasado trabajando, revisando cada ángulo de la “inseguridad morbosa” en su proceso. De manera que las obras más recientes se combinan con las primeras y con las de cualquier otro periodo revelando los terrenos conquistados por el pintor. Su inquisición introspectiva y divagación metapictórica, constantes inseparables, han situado ya su obra como una de las más importantes aportaciones al trasunto del sujeto contemporáneo: sobre su desdoblamiento, labilidad y disolución.
Entre el informalismo gestual y el pop, el all-over y la pattern painting, la obra fluida de Gordillo discurre en la incertidumbre. Pero este “ir y perderse, como cuando el agua que se va entre las manos” se ha hecho fuerte: su “situación meándrica” de años de autoexamen mediante psicoanálisis nos alcanza ya a todos. Sus líquidos fríos –conductos sinuosos, laberintos lúbricos y rizomas amorfos en sus característicos verdes, azules y grises disonantes- atraviesan la espalda del espectador. Pintura camaleónica, como tantas veces se ha dicho, extrávica, fractal, allí se encuentran las excrecencias de la mente convertidas en vísceras: se trata de una indigestión continua, pero fluida, gracias a la descomposición, descontextualización y distorsión espaciales. Espejo que reduplica y multiplica órganos y pulsiones, a modo de caleidoscopio (conjunto de imágenes bellas y cambiantes).
La pintura de Gordillo se encuentra entre el ronroneo vegetativo de la mente y la tenaz voluntad de construir un lenguaje diferente. Sus imágenes vibran, saltan y a veces hasta molestan al ojo. Son divagaciones precisas que le permiten mantener “una distancia de seguridad”. Inestabilidad condensada. Fascinado patológico del detalle, sus asimetrías y repeticiones fijan acontecimientos de una narración estética, cultural, política, económica, sexual.
La exposición viajará después al Kunstmuseum de Bonn.