Íntimo Morandi

Morandi, Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid/ Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, Segovia
Publicado en "Libros", suplemento cultural de LA VANGUARDIA, 11/6/1999

Quince años después de aquella primera muestra inolvidable de Giorgio Morandi (1890-1964) en España, llega esta gran exposición antológica, patrocinada por Bancaja. Completa cronológicamente, con obras desde 1911 hasta el año de su muerte, y también en cuanto a los diversos medios expresivos utilizados por el maestro italiano: dibujos, acuarelas y, sobre todo, óleos y grabados, que se verán reunidos en Valencia; pero que desafortunadamente se encuentran repartidos ahora entre Madrid y la próxima Segovia, disolviendo en parte la íntima relación entre la grafía y la composición de unos y otros, y debilitando finalmente el perfil del peintre graveur que, como Rembrandt y Goya, fue Morandi (al parecer, entre los cinco grabadores más cotizados de este siglo).
Profesor de grabado en la Academia de Bellas Artes de Bolonia desde 1930 hasta 1956, el cargo, que aceptó porque suponía "exclusivamente la enseñanza de sus técnicas", le sirvió para terminar de cercar una identidad de modesto pintor provinciano tan bien construida como uno de los heterónimos de Pessoa. Soltero, compartiendo la casa familiar con tres hermanas también profesoras y solteras, a las que discretamente pedía, llamando a la puerta de su dormitorio, el paso hacia su estudio, Morandi rara vez salía de Bolonia. Atento lector de los Pensamientos de Pascal declaraba dedicarse a pintar sólo "un tipo de bodegones que comunican sensaciones de tranquilidad e intimidad, estados de ánimo que siempre he valorado por encima de todo" y creer más "en el arte por el arte que en el arte como exponente de la justicia social o de la gloria nacional". Un férreo programa ante el frenesí vanguardista que Morandi vivió en su juventud, sumándose primero al cubismo, después hacia 1915 al futurismo y a la pintura metafísica de De Chirico y Carrà con una factura muy personal, pero que después casi le abochornaba, convirtiéndose en un personaje incómodo para la crítica imperante. Para otros (Longhi, Brandi, Vitali) un modelo de resistencia moral contra los excesos de las vanguardias.
Desde 1920 Morandi se separa de las sucesivas muertes y renacimientos del arte de los ismos para abordar una aventura pictórica que le lleva a volver a transitar por la corporalidad plástica de Piero della Francesca, la durée de Vermeer, el silencio lírico de Chardin, a quien incluso celebra explícitamente emulando su firma, y siempre la construcción espacial y el entramado de volumen, luz y pincelada de color de Cézanne, quien ya desde el principio le había acotado el campo de experimentación: paisaje y naturalezas muertas. A lo largo de su vida, Morandi sólo pintó cuatro o cinco autorretratos: uno, de 1924, como de jovencísimo pintor aldeano sin pupilas, subrayando la mirada interior, se encuentra en el umbral de esta exposición. Entre los paisajes destaca uno de 1913, prematuro "puro Morandi": con esa paleta apastelada, escueta, de textura seca, casi tiza que sería tan característica en su madurez. Blancos de nata, ocres, sienas y rojizos boloñeses, los azules fríos de la tradición norteña italiana toman la forma a veces de flores y caracolas, generalmente de botellas, jarras, misteriosas cajitas, paños ... objetos aparentemente cotidianos, en realidad escogidos por un fetichista (sin duda hay "objetos morandi"), con los que compuso series de bodegones con alteraciones mínimas de luz, de escala, de perspectiva, de disposición formal: la repetición de lo diverso en lo igual. Igualitarismo propio de la sensibilidad contemporánea que según Benjamin destruiría el antiguo aura, el aquí y ahora de la existencia única e irrepetible de la obra de arte como objeto ritual. Pero es el aura lo que pervive en la pintura lenta de Morandi, que también exige contemplación morosa. Sin horizontales, verticales, ni ángulos rectos, en los espacios siempre reina la oblicuidad, en los objetos, el perfil redondeado, de esa imperfección manual de antaño. Así sus bodegones se hacen efectivas metáforas líricas de arquitecturas, de personajes, de emociones, de muerte, como en los últimos, de grave composición en cruz. Lo a contracorriente de Morandi es que en su obra persiste la religión del arte, de la pintura.



LAS CLAVES
* EL ARTISTA. Giorgio Morandi nació en Bolonia, en 1890, y allí falleció en 1964. Junto a Giorgio de Chirico es el pintor italiano más importante del siglo XX. Entendido en su época como un creador "crepuscular", la crítica reciente le considera un maestro singular pero inscrito en la tradición del arte contemporáneo, iniciada con Cézanne.
* LA OBRA. Unos pocos autorretratos, paisajes y bodegones componen la totalidad de su obra, que celebra la fascinación por la representación pictórica libre de la sujeción a la figuración y a la abstracción. La exposición recoge 150 piezas: óleos, dibujos, acuarelas y grabados, procedentes de importantes colecciones particulares y del Museo Morandi de Bolonia.