La belleza de la edad, Soledad Sevilla

Soledad Sevilla, galería Soledad Lorenzo, Madrid
Publicado en "Libros", suplemento cultural de LA VANGUARDIA, 9/10/1998

Si en los últimos años cada exposición de Soledad Sevilla (1944), Premio Nacional de Artes Plásticas en 1993, se ha recibido como un acontecimiento en el arte español, la actual muestra es una sorpresa. La vegetación sobre los muros de Granada, donde reside, y otras miradas viajeras han servido de punto de arranque para un trabajo que irradia robusta y alegre energía.
No se trata de un cambio de trayectoria: sigue el lirismo vigoroso y esa valentía, esa honestidad emocionante para arañar sentidos y evocaciones de las coordenadas mínimas, tiempo y espacio, que Soledad Sevilla se aventura a atrapar en la encrucijada frágil del instante. Pero si antes ese instante era ya pasado (muros desnudos, erosionados, iluminados por resquicios y crepúsculos), en el trabajo reciente parece haberse dado la vuelta al calcetín del tiempo. Así lo reza el verso de Antonio Machado que la pintora ha inscrito en las paredes de la instalación: "Y es hoy aquel mañana de ayer". Pues la vida agitada que contemplamos en sus lienzos parece ser la del instante sucesivo, la del presente visceral.
Intensos amarillos, naranjas y verdes se deslizan con textura dactilar, rítmica y fluida a lo largo de los más de siete metros de "Soñé con una planta", tela de formato museístico que no tardará - también por su virtuosismo- en engrosar la amplia representación que la obra de Sevilla tiene en los principales museos y colecciones españolas. El lienzo sigue el dictamen del "all-over-field",el cuadro es propiamente sólo una superficie saturada de color, tal como lo concebían los pintores abstractos de la Escuela de Nueva York, cuya cita es ahora más explícita que nunca y en especial de Clifford Still. Los jirones planos sirven de fondo a las centelleantes pinceladas de "Sica" que sugieren la hiedra otoñal tintineante al crepúsculo. Pero sobre todo en la tapia de fondo, llama siena, de los rojos profundos de "Mirar al sur". Y en ambas, aunque la sugerencia vegetal es muy evidente, la pintura gotea, resbala y afirma que es pintura.
Hace ya tiempo que Soledad Sevilla utiliza este recurso para plantar cara a la figuración y afirmar su pintura ajena al realismo, a pesar de la evocación pulcra, en fragmentos casi hiperrealista. Su trabajo avanza en una fina tangente entre la pasión intimista y la reflexión, la acogedora rememoración y la seca abstracción. En las obras que ahora nos ofrece, alegres y vitalistas, se da una vuelta de tuerca más al sentido de lo decorativo en la tradición contemporánea. "Superficiales por profundidad", como diría el filósofo alemán.
Pero hay algo más: "Bancos de niebla", un monumental tríptico en blancos, verdes y azules; agua y luz, se diría. Pura abstracción, pincelada y conceptualización. Concluido recientemente, irrumpe como un resplandor frío que prepara al espectador para abarcar en su totalidad una exposición tan meditada como cada una del resto de sus obras.
Al fondo de la galería encontramos una instalación, la penúltima de una serie iniciada hace quince años. "El tiempo vuela" es el espacio de llegada del recorrido, donde los visitantes se demoran, magnetizados por los tic-tac de los ingenios mecánicos que animan el girar repetitivo de mil quinientas mariposas de papel poliester azul sobre las paredes. El sonido es infantil, el frescor del azul intenso es incentivado por la brisa que agita las flexibles alitas; en conjunto resulta irónico y el paso del tiempo es del todo vibrante, optimista y gozoso. La noticia de una próxima instalación a partir del 23 de septiembre en la sala Parpalló de Valencia es la última buena nueva, alentadora.