La precursora Paula Rego

Paula Rego, Galería Marlborough, Madrid
Publicado en "Libros", suplemento cultural de LA VANGUARDIA, 26/2/1999

Impacto. Esta es la sensación ante el escabroso motivo de la obra reciente de Paula Rego. El montaje no deja de ser teatral. Después de nueve pequeños dibujos a lápiz y de los primeros cuadros con mujeres solas tendidas, abandonadas a su dolor, se añaden otros elementos: palanganas, toallas, camillas improvisadas. "Ángel", una doncella morena ataviada al antiguo uso colonial, blandiendo daga y esponja, preside estas escenas del antes y después del aborto y del legrado. ¿Hay una forma más dura de hablar de la herida de la mujer contemporánea? Viejas parteras. Colegialas que, durmiendo, intentan ausentarse de su desgracia, o desafiantes, solucionarlo por su cuenta, en cuclillas sobre un cubo. Mujeres corrientes, trabajadoras, plenas de energía. Su resolución contrasta con los ojos tristes, aterrorizados, expectantes. ¡Vaya si hacemos de voyeur! Estas escenas muestran la intimidad de heroínas anónimas contemporáneas, pues así nos las presenta Rego. Sus posturas, por tanto, no son obscenas. Gestos privados de un cuerpo femenino que la historia del arte de los hombres no ha deseado representar. Pero que, a pesar de su crudeza, el espectador y la espectadora actuales no pueden sino atender con admiración.
La calidad de estos pasteles en gran formato es excelente: precisión magistral en los trazos; absoluto control de la gama cromática, de tonalidad gris, ocre y sobria, pero avivada con brillantes e intensas zonas frías; y un concepto espacial simple y muy eficaz, con elementos mínimos de mobiliario y decoración, cuya textura es fielmente reproducida. El efecto de una cierta atemporalidad que desprende el conjunto de las obras (con imprecisas referencias a principios de siglo, los años sesenta y el presente, ejemplificado, de manera excepcional, por unas zapatillas de deporte ahora universales), afianza la vocación de clásicas de estas "instantáneas" intempestivas. Esa indeterminación temporal puede comprenderse también desde su actividad como ilustradora de cuentos, presente en esta exposición con doce aguafuertes de la leyenda del siglo XIII, "La cruzada de los niños"; otra manera de abordar la dualidad inocencia/perversión en espacios oníricos de ascendencia goyesca y hogarthiana. Una producción gráfica en la que hay mayor continuidad que en su pintura.
La trayectoria de la portuguesa Paula Rego (Lisboa, 1935), afincada en Londres desde finales de los años cincuenta, ha bebido de diversos estilos: art brut, pop, neoexpresionismo ..., con obras que fueron desechadas por la propia pintora en su primera retrospectiva a final de los ochenta. Entonces se incorpora como la única mujer a las exposiciones internacionales de la pintura figurativa inglesa después de la segunda guerra mundial, heredera de la influencia de Sickert a través de D. Bomberg y L. Kossof, en donde se encuadran los maestros de la expresión de la condición humana: Bacon, Auerbach y Lucian Freud. La admiración por las texturas carnales de éste, al que se alude ahora en "La compañía de las mujeres" (1997), terminan por precipitar el cambio del acrílico a los pasteles, con su célebre serie "Dog women" de 1994, que la convierten ya en una figura destacada del arte del siglo XX. Ávida lectora en su juventud de "El segundo sexo" de la Beauvoir, el fulminante éxito de Paula Rego en su madurez, parece guardar cierta semejanza con la explosión de la franco-norteaméricana L. Bourgeois, ambas con espléndida obra tras la muerte de sus maridos artistas y reconocidas ahora como precursoras de la afluencia masiva de mujeres en el arte de las últimas décadas. En el caso de Rego, además, se suma la influencia benéfica que -a la manera de los antiguos comitentes-, puede tener en la obra de un artista la confluencia de coleccionistas como Saatchi, una prestigiosa galería como la Marlborough, defensora de la neofiguración, y el criterio de los comisarios que han apostado por delimitar y difundir el arte británico contemporáneo.