Marina Abramovic, energía liberadora

Marina Abramovic, Balkan Erotic Epic, La Fábrica Galería, Madrid
Publicado en Cultura/s, 24 de enero de 2007

La poderosa imagen de Marina Abramovic acariciándose los pechos al descubierto, fuera del escote de una camisa de traje regional, ofreciéndolos a ese inmenso cielo cargado de agua, será difícil de borrar. En sus últimos trabajos, la artista parece haber girado hacia el placer, como en ese vídeo de 2003 en blanco y negro rodado en la costa de Stromboli donde se repetía la llegada de la ola lamiendo su nuca. La otra novedad es la dimensión colectiva y su curiosidad por ritos ancestrales, que en realidad hace muy poco que han dejado de realizarse, olvidados tras la racionalización tecnocrática. En otro vídeo vemos a un grupo de jóvenes y viejas mujeres en semicírculo, plantadas en el prado, en semejante actitud, mientras por una banda pasa el texto de un antiguo canto sobre el amado al que se espera y ya no regresará. La serie completa de "Balkan Erotic Epic", realizada durante 2005, contiene vídeos y fotografías de hombres desnudos copulando con la tierra y mujeres en trance, agitadas, levantándose las faldas, presentando su sexo desnudo a la lluvia. Todo un homenaje a la fertilidad y a la expresión de la energía sexual para Serbia, hace poco cubierta de cadáveres, sembrada de muerte. Referencia que se completa con el vídeo algo anterior, de 2003, "Nude with Skeleton", donde Abramovic con el rostro cubierto por la melena y el torso al aire, con rígida tensión, se golpea el vientre con una calavera de plástico durante quince minutos en un ritmo cada vez más acelerado, mostrando la imposibilidad de hacerlo con todos los que se fueron para no volver a hacer el amor.
A pesar del folclorismo, sin embargo, lo característico del trabajo de Marina Abramovic (Belgrado, 1946) es su extraordinaria capacidad de simbolización: de lo individual a lo universal; y ahora, de lo local a lo global. Después de una larga trayectoria, desde los años setenta, dedicada a explorar los límites de la resistencia física y psíquica en propio cuerpo, al escudriñamiento de las relaciones de poder en la relación de pareja -con Ulay- y a socavar y purificar los traumas parentales -en franca saturación autobiográfica, incluso narcisista-, la guerra en los Balcanes supuso una inflexión de esta performer internacional que, desde un primer periodo de reinado del body art pasó a escenificaciones más conceptuales, para desembocar en el tour de la vuelta al mundo: China, Brasil, etc., culminado con el Premio en la Bienal de Venecia de 1997. Abramovic que, por tanto, no es ninguna ingenua en el contexto del sistema del arte actual, ha comprendido que el interés por lo local es más bien una necesidad comunicativa desde la que proyectar una posible hondura para la experiencia estética contemporánea. Y de eso se sigue tratando, de mostrar experiencia: verdad. Aunque la artista ha pasado dos años en Belgrado investigando en bibliotecas -cuyos frutos han quedado en la narración de un vídeo didáctico- y adiestrando a sus performers, lo que queda son esas imágenes directas y contundentes que pretenden recordar y animar a los espectadores a vehicular su potencia sexual como energía liberadora.