Nam June Paik. De la fantasía a la realidad

Nam June Paik y Corea: de lo fantástico a lo hiperreal, Fundación Telefónica, Madrid
Publicado en Cultura/s, 9 de mayo de 2007

En una entrevista realizada en Alemania durante 1990, Name June Paik (Seúl 1932-Miami 2006) insistió en que, al editarla, no se omitiera su constancia de que el país era entonces mucho menos hospitalario que al final de la década de los cincuenta, cuando llegó huyendo de la guerra en Corea con su mujer, la artista Shigeko Kubota, a la que recientemente le habían negado el visado.
Cuando en los años sesenta, Paik se trasladó a Nueva York, siguió conservando su puesto docente en Dusseldorf, gracias al que hasta mediados los años setenta se permitió llevar una vida modesta, prácticamente apartado del mercado artístico, mientras le invitaban a festivales de música y vídeo y trabajaba en proyectos experimentales para televisión. Nómada, con el paso del tiempo, sin embargo, Paik llegó a verse reclamado como un artista alemán, bajo cuya bandera le fue concedido el León de Oro de la Bienal de Venecia; como estadounidense, con la retrospectiva que le dedicó el Museo Whitney de Arte Norteamericano; y finalmente, coreano, cuando montó una pirámide gigante de monitores y un espectáculo de televisión con ocasión de los Juegos Olímpicos en Seúl. Pionero en la indagación de nuevos medios, del vídeo a la televisión por cable, esta fantástica exposición evidencia que toda la trayectoria de Paik es tan inseparable de su reflexión sobre la globalización como ineludible, al afrontar su trabajo, es su hibridación entre el pensamiento occidental y su originaria formación oriental. La oportunidad de esta peculiar revisión de uno de los grandes del arte contemporáneo no puede ser mayor, cuando nuestra cartelera de exposiciones se ve inundada ahora de fronteras, migraciones y descubrimientos de viejos y jóvenes artistas de las más recónditas nacionalidades excluidos del territorio artístico hasta hace muy poco.
Sin embargo, la constatación de que las referencias a la filosofía zen, el ying y el yang, las doctrinas chamánicas, y los conceptos de azar e inevitabilidad del destino se hallan inscritas en el trabajo de Paik desde que abandonara su actitud iconoclasta destrozando pianos y televisores en sus performances de la primera época fluxus, no debe llevar a acentuar el “localismo” del artista coreano. Siempre que tuvo oportunidad, Paik se declaró antinacionalista y antipatriota. De manera que terminó teniendo que ver más con las enseñanzas de John Cage y el chamanismo de Joseph Beuys que con el respeto a los maestros del pensamiento oriental.
De entre las setenta piezas pertenecientes a colecciones coreanas, pueden distinguirse cuatro grupos bien diferenciados, todos con piezas ejemplares en su trayectoria. Así, se ha traído el papel continuo sobre el que Paik en 1962, en el Fluxus Internationale Festspiele Neuester Musik de Wiesbaden, pintó con su cabeza a modo de gran brocha, “Zen for Head”. Y también de esta primera época “Zen para TV” (1963), en donde gracias a manipulaciones en el aparato sólo una línea transcurre a lo largo de la pantalla, un clásico de la historia del origen del videoarte. Poco más tarde sentenciaría: “El tubo de rayos catódicos reemplazará al lienzo. Algún día los artistas trabajarán con capacitadotes, resistores y semiconductores, de la misma manera que hoy trabajan con pinceles, violines o chatarra”.
Paik, a quien se le considera también el primer videoartista, compartió el rechazo de la primera generación de creadores que tuvo que convivir con la ‘caja tonta’. Tras el lanzamiento de Sony del primer equipo portátil de vídeo, el portapek, en 1968, inventó junto con Shuya Abe el primer videosintetizador. Pero otra pieza clásica como “TV Buda” (1974), en donde la figura es captada y emitida en tiempo real en el monitor, contemplándose a sí misma, indica de nuevo el énfasis en la simplicidad del concepto. Contemporáneamente, también realizó una versión paralela, “a la manera occidental”, con “El pensador” de Rodin. Lo característico de Paik fue exprimir la dualidad complementaria. Oriente y occidente, pero también simplicidad y complejidad, meditación y velocidad, precariedad y sofisticación, nostalgia y futurismo, y siempre sazonado con un gran sentido del humor. Las piezas de los ochenta referidas a la cultura coreana se inspiran en personajes mítico-históricos ahora sometidos a un bricolage de chatarrería como torpes robots compuestos por viejas radios, altavoces, consolas y otros cachivaches eléctricos. Pero tampoco faltan aquí grandes instalaciones de monitores de los noventa –algunas, en la exposición en el Guggenheim de Bilbao en 2001- como una de sus tortugas silueteada con tubos fluorescentes y el “Dolmen” en el que la imagen descompuesta de un gigantesco Buda se alterna a toda velocidad con el material heterogéneo de la cultura de masas que Paik pretendió subvertir, precisamente abrazándola y defendiendo la capacitad participativa de los media.
La amalgama de música y baile en su vídeo “Global Groove” (1973), en donde hacía un guiño a la aldea de McLuhan, anticipaba el zaping del futuro “cuando podréis sintonizar cualquier cadena de televisión del planeta y las guías televisivas serán tan extensas como el listín telefónico de Manhattan”. La emisión en directo vía satélite de “Good Morning Mr. Orwell” (1984) alcanzó sólo en una noche diez millones de espectadores. Su récord lo estableció con el programa “Wrap around the World” (1988), con cincuenta millones de espectadores atentos a las contribuciones en directo de más de diez países. Nam June Paik, que se autodefinía como “terrorista estético”, emuló a los monarcas Guillermo II y Luis XIV en una sola frase: “¡El peligro amarillo! soy yo”.