Sergio Barrera

Sergio Barrera, A contraluz, Galería May Moré, Madrid
Publicado en El Cultural, 22 de febrero de 2007

En nuestra tradición, desde el Renacimiento al Impresionismo, la luz fue el fundamento de la pintura hasta que pasó a convertirse en un elemento más para su deconstrucción, incluso hasta su desaparición en la combinación de colores planos y materiales diversos que consigue los efectos deseados desde la iluminación exterior. Sin embargo, persisten pintores, como Sergio Barrera (Valencia, 1967), para quienes la luz y el juego de velar y desvelar centran un compromiso que siendo pictórico, va más allá, con resonancias arraigadas en la búsqueda interior: encrucijada de poética y sentir metafísico, es decir, mística, cuya revelación se aventura entre las sombras y las apariencias fugaces de “las cosas más cercanas”.
Su trayectoria atestigua un esfuerzo en la abstracción de lo inmediato que ha desembocado en los últimos años en el aislamiento de un motivo iconográfico distintivo: un cilindro borroso, que simula emerger y sumergirse, ya protagonista de su anterior exposición en este galería, en 2004, titulada “Latente II”. En esta serie “A contraluz”, la composición es más compleja y cuajada, con un construccionismo arquitectónico de sobrias tonalidades y pálidas veladuras sobre casi negros, saturados magentas y verdes que recuerdan materiales fotográficos caducos de revelado. Una impresión que se acentúa con el motivo central del cilindro, “carrete” que encierra el misterio de la imagen a revelar, también gracias a su factura casi plástica, resultado de la mezcla artesanal de pigmentos y látex aplicada con rodillos. O tal vez, “pila” que contiene, en su oscuridad, la posibilidad de toda iluminación. En otros cuadros, la alusión retrocede hasta el propio fundamento arquitectónico, al orden (dórico) de su columna y capitel. En conjunto, y pese a su áspero carácter casi industrial, esta pintura desprende nostalgia de origen, de hundirse en la oscuridad inmaterial.