Sólo un juego. José Damasceno

José Damasceno, Coordenadas y apariciones, MNCARS, Madrid

Publicado en Cultura/s, 7 de mayo de 2008

Introducir el juego en el museo por medio de desplazamientos ha sido la vía utilizada por el brasileño José Damasceno (Río de Janeiro, 1968) para intervenir los espacios de tránsito del museo: fachada, escaleras de servicio, pasillos, el jardín, la biblioteca, la tienda de souvenirs y el patio “nouvel”, éste con una taza gigante sobre la que se suspenden cuatro terrones. También, un enorme tarjetero de tres metros de alto en la tienda, con la misma foto de un paisaje en b/n que apenas puede curiosearse, y miniaturas en el jardín, con banquitos para muñecos que redoblan a la chiriquiana el edificio Sabatini. Además, un ajedrez vertical fijado al umbral de la sala más visitada, la del Guernica: pieza denominada “Primer motín”. Y amontonamientos de pastillas de plastilina en los pasillos y en la biblioteca. Otra sugerencia: cajas de cerillas en las escaleras interiores ¿para quemar el museo, como querían los vanguardistas?
Las intervenciones de Damasceno, sin embargo, son museísticas y sólo de pasada participativas: de vez en cuando, alguien repara en la sorpresa. Sólo un juego. Poco que ver con la energía transformadora del anti-arte de Lygia Clark y Hélio Oiticica, de quienes este artista todavía se siente heredero.
La casualidad –eso a lo que los surrealistas llamaban azar objetivo- ha hecho que el advenimiento de Manuel Borja-Villel como director del MNCARS coincida con los displays luminosos en las ventanas de la fachada del edificio Sabatini que afirman “AYER”, “HOY”, “MAÑANA”, en contrapunto al viejo “Hotel Mediodía” en uno de sus flancos. Quizá para los niños, madres y abuelas, jóvenes y turistas que habitan la plaza Sánchez Bustillo el sentido sea tan obvio como para quienes habitualmente cruzan los umbrales del museo: esa institución que neutraliza el tiempo. Para los asiduos, además, los rótulos parpadean con cierta ironía: ¿qué será ahora del Reina Sofía? su alternancia aleatoria y repetitiva avisa a la curiosidad para constatar que, si algo somos, es tiempo.