20 Desarreglos

20 Desarreglos. Panorama del arte brasileño, MARCO, Vigo
Publicado en Cultura/s, 4 de mayo de 2005

La idea de “desarreglo” tiene gancho y conecta a la primera con cierta sensación de desorden muy extendida: todo se ha vuelto zanja, barullo, mezcla y revoltillo. Al comisario de esta exposición, Gerardo Mosquera, fundador de la Bienal de La Habana y conservador en The New Museum of Contemporary Art de Nueva York, además de síntoma sociocultural, le sirve para indicar una estrategia en “un mundo postutópico donde la dinámica de transformación, más que cambiar lo que es, procura ‘desarreglarlo’”. También, para señalar una operación boomerang, en la que el “sur” le estaría dando sopas con hondas al “norte”. Ya que los desarreglos que se propondrían desde el arte brasileño antisamba y que parecen encajar con la estética internacional postminimalista, contienen una raíz propia y anterior: la autocrítica al concretismo importado por Max Bill a Río de Janeiro en 1950. Por tanto, habrían surgido de la respuesta a una tradición deglutida y anterior al minimalismo que, en su opinión, fue un concretismo ingenuo, “a la americana”. Y de allí procederían esa sensibilidad hacia las matemáticas, pero desbaratadas; los juegos con series alteradas; y esa deconstrucción que el “desarreglo”, en todo caso, aligera y distiende. Incluso para difuminarse aquí en cuatro, de entre los veinte artistas, que no son brasileños ni viven en Brasil. Porque a Mosquera, el primer comisario no brasileño a quien el Museo de Arte Moderna de Sao Paulo le encarga el Panorama (muestra que se alterna con la Bienal y que ahora itinera en Vigo), le parece que ya acabó el tiempo de las exposiciones nacionales, y es hora de perfilar diálogos interculturales.
Tan variados y perspicaces argumentos dan lugar a una muestra que, en realidad, son al menos tres. Calas que no presentan una idea panorámica del arte brasileño, pero sí urden mimbres entre tendencias y generaciones. De una parte, tendríamos la línea más formalista, con obras recientes de los senior Cildo Meireles, José Damasceno y sus seguidores Fernanda Gomes y José Patricio; junto a la reconstrucción de la mágica instalación con torres de banquetas de Costa Barrios, realizada sólo con tizas, originalmente en un aula de facultad en 1969. Y cuya inestabilidad, y apertura de sentido al azar, cierra el guiño con los bellos trabajos letristas del argentino Jorge Macchi y del gallego Jorge Barbi, con la muy sugerente instalación “No hay nada oculto delante de tus ojos”, cuyas formas-letras danzantes dan fe visual del código secreto de la poesía.
Luego vendría la generación de los sesenta, con artistas ya tan conocidos como el anti-forma Ernesto Neto, desafortunadamente siempre previsible, el ecléctico Vik Muniz, y Adriana Varejao, aquí con uno de sus hermosos paneles de azulejos, sobre plantas “malditas”, productoras de drogas. Un tema con suficiente carga subvertidora para relacionarlo con la transvaloración de la basura en uno de los vídeos de la joven artista china Kan Xuan, la inversión de los ritos domésticos –de cocina y baño- en las divertidas acciones filmadas de la madrileña residente en Belo Horizonte Sara Ramo y las bellas huellas de besos anales en elegantes cartas de hotel del belga Wim Delvoye, con un rouge impecable.
Y finalmente, pero quizá lo más flojito de la exposición, algunas obras que se apuntan a esa tentación tan común hoy en día a la intervención callejera y/o museística entre los más jóvenes o reciclados. Por no hablar de algunos residuos de pintura que, como bien sabe el Mosquera residente en EEUU, allí vuelve a estar a la última y no es conveniente descartar, por pobre que sea.
Sea esta una lectura sólo ligeramente desarreglada, o bien una pequeña máquina argumental deseante, se incide aquí, por unos y otros, en la alquimia desestructuradora y en el desorden de las jerarquías. Y en conjunto, componen una buena receta para volver a reconocerse, de la mano de Certeau, y pese a las malas apariencias, en esas pequeñas y efectivas tácticas cotidianas de oposición y resistencia.