Carrera de fondo

Carrera de Fondo, Convento de Santa Inés, Sevilla
Publicado en Cultura/s, 27 de abril de 2005

Las exposiciones 100% sobre la identidad femenina siguen despertando una respuesta problemática en la crítica de arte de nuestro país. Ya sean colectivas que abordan el tema a través de un recorrido histórico, como la reciente “La dona, metamorfosi de la modernitat”, de Picasso a Louise Bourgeois (ver Cultura/s, 19 de enero de 2005). O bien se trate de muestras que, como ésta, son resultado de la autoría –exclusiva- de artistas contemporáneas. Pues, pese al cambio cualitativo en la importancia de la presencia de artistas mujeres en el panorama español desde hace tres lustros, la recepción de sus exposiciones colectivas se ha visto empañada por una disparidad de enfoques que difumina -cuando no confunde a crítica y público-, el marco en el que se ha de reflexionar sobre este tipo de propuestas. Además, para terminar de complejizar este cuadro, a menudo las opiniones más aceradas han venido de parte, precisamente, del debate en el seno de la teoría del arte feminista en España. Desde el que se ha denunciado la necesidad de clarificar, al menos, dos posibles opciones: las muestras cuyo criterio es el de la discriminación positiva, es decir, en donde lo determinante es la pertenencia al sexo “débil” de las artistas participantes y que frecuentemente han sido patrocinadas por diversas administraciones con criterios más políticos que estéticos y resultados perversamente devaluadores. Y aquellas en donde la revisión de los estereotipos sobre el género femenino supone, al menos, el punto de partida para una nueva tradición artística que, según rezan algunos manuales de arte contemporáneo escritos fuera de nuestro país, ha supuesto quizá la mayor aportación en el cuestionamiento de los estándares críticos en las últimas décadas. Y continúa, como tradición viva, en plena vigencia.
Esta es la posición de la comisaria feminista Margarita Aizpuru, que ha titulado a este proyecto “Carrera de Fondo”, poniendo el acento en el largo camino que, en su opinión, aún queda por recorrer en la desestructuración de un pensamiento e imaginería androcéntricos. Ya que estos funcionarían como apoyos imprescindibles de la permanencia de un estado patriarcal en el orden social, que puede llegar a ser, en ocasiones, incluso letal para las mujeres. Tal y como exponía en el texto de una exposición precedente, “El Bello Género” (2002), en donde las cifras del binomio anorexia/bulimia en Occidente se esgrimía como la motivación que daba sentido a mostrar las revisiones de artistas contemporáneos en torno al ideal de belleza femenina. Y que es el argumento básico que ha retomado, ahora bajo la alarma social de la violencia de género, en la colectiva “La costilla maldita”, recién clausurada en el Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas, y en esta “Carrera de Fondo”.
Entre las obras que abordan directamente dicha violencia de género destacan: la serie “anti_dog” de Alicia Framis, con vestidos protectores de alta costura realizados en twaron, un tejido anti-balas, ignífugo y resistente a las agresiones con eslóganes como “Don’t touch me”, “You’re only good for a fuck”, etc., y en especial el vídeo realizado en el estadio de Fútbol del Ajax en Ámsterdam; así como “El Rapto”, homenaje a las Muertas de la Ciudad de Juárez de Ambra Polidori (y su excelente serie “Observaciones sobre los colores”); los dibujos de línea clara de Azucena Vieites; las fotografías de puertas blancas con el grafiti: “El deseo es cosa de vida y muerte” de Priscilla Monge; y en conjunto, la obra de la brasileña Beth Moysés, quien el pasado mes dirigió en el centro de Sevilla una procesión de doscientas mujeres vestidas con traje de novia y encabezada por presas (una de ellas en la cárcel por el asesinato a su pareja, en defensa propia). Sobre el argumento precedente a este tipo de drama, es decir, la idealización del príncipe azul en los tradicionales cuentos infantiles, es muy divertido y eficaz el vídeo de animación de la francesa Katia Bourdarel. Y también de un humor corrosivo las esculturas sobre las vírgenes mártires católicas de la sueca Anna Jonson.
Además de un conjunto de obras que inciden en la fragilidad y complejo rol de la representación de las identidades de las mujeres, como la serie de fotografías de Marisa González, “Son de ellas”, con manos enguantadas de mujeres trabajadoras en sectores de alto riesgo laboral. Las “bellas” de Begoña Montalbán, Nuria León y Kirsten Geisler. Y la revisión de las edades de las mujeres a cargo de Vida Yovanovich, Carmen Sigler y la canaria Macarena Nieves Cáceres. Junto al cuestionamiento de la configuración de imágenes y maneras de percibir de trabajos antiguos y muy recientes, pero todos ellos interesantísimos, de la peruana Milagros de la Torre. En total, “quince corredoras” del área europeo-latino que dan buena prueba de la pluralidad de enfoques y estrategias en un campo de trabajo, el del arte feminista, que lejos de ser un ismo o tendencia anglosajona ya superada, parece seguir en continua expansión.