59 maestros de hoy

Arte español del siglo XX en la colección BBVA, Madrid
Publicado en El Cultural, 4 de mayo de 2006
La buena noticia es que también la Fundación BBVA, como anunció hace bien poco la Fundación Santander Central Hispano, está decidida a redoblar sus esfuerzos en arte contemporáneo. Y será el mismo equipo asesor del programa bienal de revisión de la creación actual, formado por Carmen Giménez, Rosa M. Malet y Miguel Zugaza, el encargado de rellenar los huecos en su colección de arte del siglo XX. Como anticipo, en esta muestra se presentan ya dos adquisiciones recientes: el dibujo intimista “Mano y cabello” de Julio González de 1941, un año antes de la muerte del autor, y una arpillera rota y casi negra de Millares, completando la mirada al grupo El Paso, uno de los movimientos del arte español del siglo XX mejor representados en esta colección.
Y la excelente noticia es que al menos un tercio de las 59 obras presentadas deben considerarse por fuerza obras mayores de nuestros maestros y artistas destacados, desde la posguerra hasta 1995, fecha de la obra expuesta producida más recientemente, la maravillosa ventana abstracta de Soledad Sevilla (pero fecha significativa también en cuanto desde los noventa el arte español requiere una lectura muy distante de la ofrecida por la selección de esta colección). Lo cual asegura el disfrute del previsible mayoritario público de esta exposición. Entre las inolvidables, subrayaría la “Forme gris bleuâtre” (1955) de Antoni Tàpies, “Utsgoikoa”, una de las piezas de la serie “Cajas metafísicas” (1958) de Jorge de Oteiza, el inquietante bajorrelieve en bronce “Mujer dormida” (1960) de Antonio López, la Marina (1981) onírica de Gonzalo Chillida junto a uno de los papeles de su hermano (“Aundi II”, 1970), la tabla excavada ”Blanco fin” (1981) de Lucio Muñoz, el collage del mismo año de Esteban Vicente y el muy próximo “Comienzo rosa y amarillo” de José Guerrero. También de esta década de los ochenta especialmente bien representada, además del tótem en granito embadurnado de ceras negras (“Piedra”, 1982) de Adolfo Schlosser, la tela de José Manuel Broto, el retrato de Dora Maar de Antonio Saura, la “Yantra III” de Pablo Palazuelo, el acrílico “Mouse-paisaje-globo” del maestro Luis Gordillo, la “Terna” caliza de Andreu Alfaro, la tela mayor y resultona “Les baigneuses” de Frederic Amat, el “Tulip I” de la decisiva y depurativa serie que llevaría a José María Sicilia a la abstracción, el inflamado lienzo en rojos de Darío Urzay y la gran pintura casi blanca “Pysage pour aveugles sur fond vert” de Barceló. Y ya en los noventa, la inmersión en remolino amarillo matérico de “Heliogabalus y el mar” de Darío Álvarez Basso, junto a la escurrida y mística telita “Cementerio sufí” de Juan Carlos Savater. Obras todas ellas que detienen e interrogan, por su potencia y excelencia específica, e incluso independientemente de nuestra mayor o menor afinidad con sus creadores. De ahí el acierto de los detallados comentarios en cada una de sus fichas para el catálogo -a cargo de Carmen Bernárdez, Didier Gasc y Alberto Pancorbo, junto al propio comisario, Francisco Calvo Serraller- que darán la oportunidad de situar la obra en la trayectoria de su creador y, aún más importante, acercarnos al momento preciso en que estas piezas fueron concebidas.
Al margen, pues, de la sagaz selección de obras, sólo tristemente desfavorecida por la inadecuación y escasez de espacio que requerirían para su óptima contemplación y encuentro con el espectador, otra cuestión es si lo presentado da cuenta del arte español en el periodo acotado en torno a segunda mitad del siglo XX. Ante tal encargo, es lógico que el comisario, uno de los más reputados críticos de nuestro país y a la sazón catedrático de historia del arte, intente ajustar mediante cruces cronológicos y estilísticos lo coleccionado a un panorama comprensivo de este periodo; siendo destacable, además, la apuesta que Argentaria, una de las entidades aglutinadas hoy en el grupo BBVA, hizo durante la década de los ochenta por el arte español contemporáneo, cuando este posicionamiento era considerado inusual y arriesgado por otras entidades bancarias. Pero las carencias que todavía arrastra esta colección no son sólo de algunos nombres; sino auténticas calvas, como, por ejemplo, la que F.C.S. llama “hipervanguardia radicalizada” de los grupos de artistas españoles conceptuales de los setenta y su larga herencia. Lo que supone una distorsión absoluta de nuestra historia a la cual no sólo han contribuido las colecciones privadas, que en principio han de ser recibidas con toda suerte de parabienes, sino también las colecciones públicas en las últimas décadas y hasta la actualidad, salvo excepción. Y esto es más grave.