Peter Zimmermann, capas de gelatina, CAC Málaga
Publicado en Cultura/s, 3 de mayo de 2006
En la mayoría de sus cuadros, Zimmermann deja alguna pequeña zona sin cubrir por las capas coloreadas de resina epoxy. Al descubrir la trama blanca imaginamos la tersura de la tela, un soporte vibrante que contrasta con las superficies duras y brillantes, de plástico, que se van acumulando formando estratos de bordes redondeados. La paradoja cunde, una vez más, cuando entre esas formas redondeadas nos parece ver una composición con ciertas evocaciones figurativas. El artista trabaja a partir de un archivo muy amplio de imágenes: están clasificadas por géneros, desde la historia de la pintura a combinaciones de colores y fotos de acontecimientos actuales. El resultado, casi abstracto, se deriva de la transformación que sufren a partir de un procesado infográfico. Después, esas imágenes virtuales adquieren una rotunda corporeidad. Como capas de gelatina, a modo de golosinas, tienen un aire de familia con productos lúdicos e infantiles, de colores chillones, y esa misma rigidez que presta estructura a la sensibilidad tierna y lábil. A veces, nos parece vislumbrar que, en el original, esas imágenes no referían a hechos tan agradables. Pero el reduccionismo óptico, conseguido a través de la tecnología digital que soporta todo nuestro mundo hoy día, induce a pensar que quizá el lenguaje de la realidad, en el fondo, no sea más que esa superficie alegre y bastante psicodélica.
Peter Zimmermann (Friburgo, 1956), conocido muy parcialmente en España hasta esta primera individual, por su participación en las últimas ediciones de ARCO y su inclusión en la colección Helga de Alvear, pertenece a una tendencia interesada en “reinventar” la pintura contemporánea, experimentando con nuevos soportes y materiales para ofrecer una respuesta adecuada a la mirada fotográfica del espectador del siglo XXI. La exigencia visual del plano liso ha llevado a algunos, como Catharina Grosse (Friburgo, 1961), Adrian Schiess (Zurich, 1959) y el más conocido Imi Knoebel (Dessau, 1940) a utilizar acrílico, incluso lacas, sobre aluminio. La valoración presente del trabajo de Zimmermann depende también de una trayectoria singular: dedicado hasta 1998 a una obra conceptual, en la que utilizaba cajas, paquetes y libros para cuestionar las nociones de representación y recepción de marcas e ideologías, a mediados de aquella década, el artista se cerciora de lo que, en su opinión, es un giro decisivo en el público de arte: el agotamiento de una experiencia estética excesivamente intelectualizada.
Peter Zimmermann (Friburgo, 1956), conocido muy parcialmente en España hasta esta primera individual, por su participación en las últimas ediciones de ARCO y su inclusión en la colección Helga de Alvear, pertenece a una tendencia interesada en “reinventar” la pintura contemporánea, experimentando con nuevos soportes y materiales para ofrecer una respuesta adecuada a la mirada fotográfica del espectador del siglo XXI. La exigencia visual del plano liso ha llevado a algunos, como Catharina Grosse (Friburgo, 1961), Adrian Schiess (Zurich, 1959) y el más conocido Imi Knoebel (Dessau, 1940) a utilizar acrílico, incluso lacas, sobre aluminio. La valoración presente del trabajo de Zimmermann depende también de una trayectoria singular: dedicado hasta 1998 a una obra conceptual, en la que utilizaba cajas, paquetes y libros para cuestionar las nociones de representación y recepción de marcas e ideologías, a mediados de aquella década, el artista se cerciora de lo que, en su opinión, es un giro decisivo en el público de arte: el agotamiento de una experiencia estética excesivamente intelectualizada.