Andres Serrano

Andres Serrano. El dedo en la llaga, Círculo de Bellas Artes, Madrid
Comisaria: Oliva María Rubio
Publicado en Cultura/s, 27 de junio de 2007

Andrés Serrano (Nueva York, 1950) es un artista que no deja indiferente: fascina o desagrada. Con la cámara fotográfica pinta tableaux, composiciones estudiadas entre las que abundan los retratos y donde el tratamiento formal está cuidado hasta el mínimo detalle, a la manera de los bodegones publicitarios, cuya calidad se mide en el finish, con la epidermis exacta de una nitidez perfecta. Las imágenes de Serrano son “bellas” siguiendo la conveniente adaptación del lenguaje de la pintura histórica a la publicidad –método evidenciado hace más de treinta años por John Berger, en su clásico Modos de ver-: en el caso de Serrano, sirviéndose del patetismo efectista de la pintura barroca. Pero precisamente, lo que impacta o irrita de este artista es su fidelidad a los sujetos típicos del barroco: desahuciados, marginales, racialmente diversos … inscritos en la violencia que tensa el drama humano entre el sexo y la muerte.
Aunque su trabajo ya era conocido en España, a través de la galería Juana de Aizpuru –y todavía antes, en los libros de historia del arte contemporáneo por el famoso affair de su “Piss Christ” (1987), que escandalizó a los conservadores en Estados Unidos al saber que su autor era un artista financiado por los programas de ayuda estatales-, esta primera retrospectiva (presentada hace unos meses en Artium y Tecla Sala) reúne una selección de fotos de todas sus series desde mediados de los años ochenta prácticamente hasta la actualidad: Bodily Fluids, Immersions (1985-1990), Nomads (1990) Ku Klux Klan (1990) The Church (1991), The Morgue (1992), Budapest (1994), A History of Sex (1995), The Interpretation of Dreams (2000-2001) y America (2001-2004). Y a pesar de que está aquel mítico relicario, en general, se han evitado sus imágenes más escabrosas, aquellas en las que su belleza ya no es sustentada por lo siniestro, más o menos elidido, sino sobrepasada directamente por lo abyecto. Lo que no merma la intensidad de la muestra, dado el alto nivel de paroxismo del conjunto.
Serrano irrita porque pone “el dedo en la llaga” de los tabúes contemporáneos: los fluidos corporales y el temor a la muerte, la falsa moralidad frente a los homeless -retratados desde abajo: como héroes- y frente a la diversidad de comportamientos, combinaciones y fantasías sexuales. Pero insistiendo en que sus imágenes no son políticas. Toda su obra es retroalimentada por el cuestionamiento de su juvenil formación católica, por la intolerancia de esta religión y su mensaje de amor y resurrección. Incluso en su amplio mosaico de diversidad humana America, realizada a partir del 11-S, Serrano ha rastreado lo que queda de religioso allí: p.e., un obispo ortodoxo, una amish, un rabino, un gurú hindú …. Y de fe: en los ojos de un boy-scout, un payaso, una capitán de aviación, un pantera negra, una ex topmodel, un inversor bursátil ... Maestro neobarroco, “nuevo Caravaggio” escultural y popular, el “chicano” Serrano tiene un último problema: el de absolver a todos sus modelos.