Cajón de sastre: Ardenne, contextual

Paul Ardenne, Un arte contextual. Creación artística en medio urbano, en situación, de intervención, de participación, CENDEAC, col. Ad Literam, Murcia, 2006. 176 pags.

Publicado en EXITBOOK

Según cuenta Paul Ardenne, en 1976 el artista polaco Jan Swidzinski publica su manifiesto “El Arte como arte contextual”. Pero, como es obvio, la idea de adecuación de la obra a un contexto venía siendo habitual, al menos, en las dos décadas precedentes. Por otra parte, la denominación de “arte en contexto” comienza a divulgarse a partir de los años ochenta en referencia a aquellas prácticas artísticas que se inscriben en la intervención crítica de los espacios institucionales. La propuesta de Ardenne es que esta etiqueta pueda servir para agrupar “todas las creaciones que se muestran deseosas de ‘tejer con’ la realidad” hasta el punto de que “muy a menudo, el sentido común les deniega incluso la cualidad de ‘creaciones’ y más aún ‘artísticas’”.
Con este espíritu, en el prólogo, el autor se remonta hasta mediados del siglo XIX, al Manifiesto del Realismo de Courbet y los textos de sus principales teóricos: Duranty, Champfleury y la Philosophie du progrés (1853) del revolucionario social Proudhon. Aunque después el desarrollo del libro se centre en las tendencias a partir de la década de los setenta del siglo XX: performances, happenings públicos, earthworks, Process Art, Net Art … Incluso Economics Arts, recorriendo desde sus exposiciones a las primeras estructuras de distribución (La Cédille qui sourit, tienda-taller abierta por Robert Filliou y Georges Brecht; la Factory de Warhol; la Store de Oldenburg; o la Pop Shop de Keith Haring), y los intentos de participación real en empresas hasta su integración. El “arte contextual” parece poder engullirlo todo: intervención, participación, situacionismo, observatorios, arte público, arte experiencial y activista, militante …; también, por supuesto, la estética relacional. De manera que el afán categorial, según avanza la lectura, se va diluyendo en un repertorio de fácil divulgación, un vuela pluma con conceptos a menudo tergiversados y lamentable adelgazamiento de la teoría.
Paul Ardenne (1956), historiador y catedrático de Arte Contemporáneo en la Universidad de Amiens, pero más conocido como prolífico ensayista (Art, l’âge contemporain – Une histoire des arts plastiques à la fin du XXème siècle, 1997; L’Art dans son moment politique, 2000; L’Image Corps, 2001 –parcialmente, en castellano, en la recopilación Cartografiar el cuerpo, CENDEAC, 2004); Terre habitée – Humain et urbain à l’ère de la mondialisation, 2005; Extrême. Esthétiques de la limité dépassée, 2006, entre otros) y colaborador desde los años 90 de las principales revistas de arte en Francia, escribe aquí más bien con la inmediatez de un bregado comisario (Micopolitiques, Le Magazín, Grenoble, 2000; Expérimenter le réel, 2001; Le Force de l’art, Grand Palais, París, 2006, entre otras). De ahí que el interés de Un arte contextual (2002) a menudo se reduzca al género de repertorio, de un suma y sigue de animadas descripciones de acciones, instalaciones e intervenciones de artistas y grupos, algunos no tan conocidos, de las que disponemos de mejores y peores materiales documentales (para lo que habría sido muy útil un índice onomástico en esta edición); aunque tales descripciones parezcan, a veces, más bien verosímiles fabulaciones. Y aún con todo, a pesar de que su escritura engolada y enfática –a la que tampoco ayuda la traducción- produzca cierto cansancio en el lector: farragoso en su liviano contenido, superficial hasta la banalidad, Paul Ardenne utiliza demasiados adjetivos sin apenas atisbo de autocrítica a este panegírico de la omnicomprensiva categoría de “lo contextual”, con la que en ocasiones alcanza elevadas cotas retóricas como, por ejemplo: “el artista se proyecta ahora en el corazón del mundo y de los suyos …” (p. 28) y otras lindezas.
De manera que, después de tanto entusiasmo, sorprende la conclusión final. Preguntándose por el porvenir de estas prácticas, Ardenne presiente signos que “auguran un futuro incierto”. Repetición y banalización en la industria del entretenimiento, como síntomas, dan paso a una –no menos manida- oposición entre modernidad y postmodernidad, caracterizada ésta como “blandura gozosa” (ecléctica, ligera, fútil, etc.) que, ajena al compromiso político y al radicalismo, conformista, “pacta con la institución”, etc., etc., etc..
Valorando la importancia de la colección “Ad Literam” del CENDEAC, Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo, que fue saludada -como no podía ser menos-, tras su aparición, como una iniciativa esperanzadora en el difícil y escuálido panorama de edición de ensayos sobre arte contemporáneo, y a la luz también de sus primeras publicaciones, dando salida a destacados estudios de jóvenes autores españoles; sin embargo, quizá haya llegado el momento de que su consejo editorial considere el nivel irregular que está adquiriendo este sello con sus últimas publicaciones. Hacer accesible en castellano al divulgador Paul Ardenne no es mala idea, pero quizá este popurrí del “arte contextual” no haya sido la mejor elección.