Concha Jerez

Publicado en 100 artistas españoles, 2009

Pionera del arte conceptual en España, tras su relación con el grupo Zaj, a partir de mediados de los años setenta centra su trayectoria en la producción de instalaciones, interviniendo en espacios públicos e institucionales. Desde su interés por la arquitectura, en esta década Jerez incluye elementos como ventanas, puertas, escaleras, diseccionando y reconstruyendo los espacios, a menudo combinados con espejos y grafías no siempre legibles, apelando a su memoria y narrativas internas. Pero si al comienzo son protagonistas la reivindicación de la libertad de expresión y la toma de conciencia frente a la situación política del momento (Autocensura, 1976; Seguimiento de una noticia, 1977), en los años ochenta su obra se centra en conceptos como el tiempo, la memoria o los límites de la autocensura y la legibilidad, explorando la relación entre tiempo real/virtual y mental, como en Transgresión de tiempos (1989).
Desde 1984 lleva a cabo performances con las que –desde un notable distanciamiento- pone al alcance del público una serie de acciones, que ella misma tilda de ritos, que intervienen en el proceso de realización de la obra y de los cuales antes sólo se mostraba el resultado final (entre otras, Memoria: Ambigüedad, 1985; Laberinto de lenguajes, 1989; Interference Art, 1993; The Nomad of Memory, 1997; Paisaje de palabras, 2001).
La noción ‘intermedia’ heredada de la poética fluxus, que desde el comienzo es nuclear en su trabajo, se intensifica desde 1989, cuando comienza su colaboración con José Iges, impulsor del arte sonoro en España. Jerez e Iges incorporan vídeos, música y sonido en sus instalaciones, en donde también cobran especial protagonismo los sensores que, interceptados por el visitante, ponen en marcha el sistema, con un alto grado de aleatoriedad en la respuesta. También desarrollan proyectos en el ámbito radiofónico (Laberinto límite, 1990) y en Internet: Net-ópera (1999-2002) (http://www.net-opera.com/). En sus obras es frecuente un acusado componente lingüístico: Punto singular (1989), Argot (1991) –de contenido autorreferencial, sobre el arte- e Inventario (1994).
Sus ‘interferencias’, como Concha Jerez denomina a sus montajes, visuales y sonoras, textuales y simbólicas, ponen de manifiesto la tensión entre la identidad del sujeto y las estrategias de manipulación mediática y control en la sociedad de consumo (Polyphemus’ Eye, 1997; La mirada del testigo/El acecho del guardián, 1998). En sus últimas instalaciones, la acidez y la carga crítica frente a discursos sociales y políticos excluyentes se apoyan en objetos insertados con ironía. Juguetes y juegos de azar, junto a otros productos kitsch típicos de la autocomplacencia del sistema occidental, se incluyen como elementos narrativos que tienden a desestabilizar la aprehensión directa del conjunto, incentivando una vez más la participación crítica del espectador (Broken Utopias, 1993; Bazar de utopías rotas, 1995 y 1998;y Terre di Nessuno, 2002).