Criterios poéticos

Hasta pulverizarse los ojos, Sala de Exposiciones BBVA, Palacio del Marqués de Salamanca, Madrid
Publicado en Cultura/s, 12 de octubre de 2005

Si “la rebelión consiste en mirar una rosa/ hasta pulverizarse los ojos” (Alejandra Pizarnik), entonces los estetas ensimismados seguimos siendo los pioneros de la Gran Revelación, héroes visionarios arropados bajo el manto blanco que iluminan extrávicos faros (los artistas y sus obras).
En estos “malos tiempos para la lírica”, el comisario de esta colectiva, Enrique Juncosa, se siente “antes poeta que crítico” y espera con su “selección subjetiva” - inefable en el sentido literal: más allá de los argumentos-, establecer un diálogo con el espectador acerca de “creaciones y creadores que le han emocionado por la autenticidad de sus propuestas estéticas”. Único modo en que podía llevar a cargo la propuesta del nuevo comité asesor (Carmen Giménez, Rosa María Malet y Miguel Zugaza ) del BBVA, que abre con esta iniciativa una serie de revisiones que, con carácter bienal y encargada a sucesivos comisarios, intentará clarificar la actualidad del arte español, sumándose así al apoyo al arte contemporáneo de otras entidades bancarias, con La Caixa a la cabeza, y a la que es obligado felicitar y dar la bienvenida.
Como la diseminación poética (recordemos los “granos de polen” holderlinianos) es el objetivo, no es extraño que no rija aquí cualquier criterio distinto a la pluralidad, el “antidogmatismo”, la diversidad, el placer barthesiano, etc.. De manera que, a pesar de haber tenido que ceñirse al panorama español, incluye obras del estadounidense Jonathan Hammer, que reside en Barcelona, en simetría con Ángela de la Cruz, residente en Londres; y otros que, como Barceló, Uslé y Civera que, además de medio vivir fuera de nuestro país, junto a Cristina Iglesias, pertenecen a una generación anterior al resto de los artistas seleccionados. Haciendo de abogado del diablo, y aplicando una crítica sociológica a una exposición poética, añadiré que algo también peculiar en esta muestra es que diez de los catorce artistas seleccionados pertenecen sólo a dos de las más importantes galerías de nuestro país (Soledad Lorenzo y Helga de Alvear). De igual modo, es inusual el que compartan espacio obras de casi hace una década con recientes e incluso piezas realizadas para la ocasión. Juncosa, actual director del Museo de Arte Moderno de Dublín (IMMA) y anterior subdirector en MNCARS e IVAM, ha gozado de amplias libertades y quizá por ello, consciente de “ser quien es” en el mundo del arte español, se ha sentido obligado en las líneas introductorias de su texto a posicionarse respecto al “ambiente enrarecido” de la escena artística en nuestro país, que ha llegado a su paroxismo con las últimas designaciones en los cargos directivos del MNCARS. En la “crispación” reinante, su contribución tiene algo de “excusatio non petita”, pero es de agradecer que Enrique Juncosa denuncie “la politización de lo cultural” que sufrimos en nuestro país como “una aberración claramente predemocrática”, causa de la sospecha constante que pende sobre la reputación de cualquier profesional que destaque, ya que “si la gente que ostenta una importante parcela de poder en ese mundo –es decir, la gente que dirige nuestros museos- puede hacerlo por razones arbitrarias, se podría deducir también que las reputaciones que puedan promover también lo sean”. Ciertamente, Juncosa es muy consciente de la dificultad actual en la recepción de su propuesta “poética” y de lo polémico de su selección de artistas, ya que bien sabe que muchos desearíamos, pero no podemos estar de acuerdo en la “transparencia absoluta” de los procedimientos del sistema del arte español a la hora de ir jerarquizando la importancia de la obra de determinados artistas mediante “el apoyo de críticos, galeristas, coleccionistas y comisarios”.
La muestra ilumina una sensibilidad latente que intenta corporeizar sentimientos ante la ruina (Montse Soto), el derrumbe (Juan Gopar), la falsificación de la violencia (Carles Congost), la precariedad (Jesús Palomino), la crisis individual (Susy Gómez) o el contrasentido (en el homenaje a Juan Muñoz de Santiago Sierra). Entre las obras que no han sido expuestas anteriormente, destaca, en mi opinión, el inquietante vídeo de Sergio Prego; y entre las que no nos cansamos de ver, la fascinante “Relationship” (1997), de Eulàlia Valldosera. Ambas se benefician en la sede madrileña de contar con su propio espacio. Pues queda por encima del esfuerzo heroico “pulverizarse los ojos” ante la inadecuada disposición de las obras en el imponente ambiente corporativo de su patio de columnas. No dudamos de que el grupo BBVA podrá hacer un esfuerzo más en su mecenazgo corrigiendo estas deficiencias de exhibición.