El concepto del concepto

El arte sucede. Origen de las prácticas conceptuales en España (1965-1980), MNCARS, Madrid
Publicado en Cultura/s, 19 de octubre de 2005

Con optimismo cosmológico, pensábamos que, quizás, esta vez, sí. Porque hasta ahora –bromas aparte- el Museo Nacional “Centro de Arte” ¿moderno? ¿contemporáneo? nunca había dedicado una retrospectiva al conceptual en España. Y el momento parecía propicio: ¿por qué no la versión oficial: una suerte de contestación a los polémicos “Desacuerdos”? Otra opción: también podía ser mínima “justicia poética”, después de treinta años, cuando papeles y plásticos han quedado irremisiblemente cubiertos de polvo, y aquí ya nada ni nadie va a cambiar de sitio.
Pequeña, amable y peculiar. A muchos espectadores les interesará conocer en directo y funcionando algunas obras que desde hace tiempo sólo habían podido verse aquí reproducidas en libros. Pues la última revisión exhibida en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, “Fuera de formato”, se celebró en 1983. Pero el Reina Sofía –si pretende mantener su estatus- no puede presentar una exposición que está concebida a escala municipal. Decir que es “otra oportunidad perdida”, se queda corto. Porque el arte conceptual en España ha sido una tendencia marginada. Primero, fue la necesidad de olvido de la Transición conciliadora: cualquier manifestación que oliera a político –incluso sin bandera- fue sustituida en las instituciones por la alfabetización en el inexistente arte internacional del siglo XX en nuestro país. A los continuistas les convenía, pero esta política artística se inflamó cuando llegó “el cambio”. La mayoría de galerías no podían asumirlo: su justificación, la carencia de coleccionistas en España. De nuevo, el argumento fue la educación estética, también para los distinguidos. Y desde luego, no se iban a mojar con artistas de una tendencia que explícitamente planteaban, entre sus actitudes estéticas, la confrontación con el Sistema del Arte moderno y la condición mercantil de la obra.
Lo crudo es que esta pinza institución-mercado se haya mantenido durante décadas. En los últimos tiempos, no obstante, los pocos supervivientes -algunos han residido o trabajado más fuera que aquí- han llegado a ser respetados en ciertos foros que se consideran a sí mismos “alternativos” (en especial, en Catalunya, aunque no lo sean tanto, pero el tuerto es el rey …). Respetados que no reconocidos en el mainstream, a pesar de que el grueso del arte internacional en la actualidad no sea “posminimal”, como tantas veces se califica, sino “postconceptual”: es la gran tradición del arte contemporáneo desde los sesenta del siglo XX. Y también en España, donde esta alargada indiferencia cae en lo “paradójico, si tenemos en cuenta el marcado acento posconceptual de buena parte de la producción joven de los últimos años”, como bien afirma la comisaria Rosa Queralt en su texto introductorio.
Es cierto que parece complicado (y hasta desagradecido) exponer lo que sucedió. En muchos casos, se trata de documentación de acciones (Nacho Criado, Paz Muro, Francesc Abad …), cuando todavía los artistas no prestaban atención al finish. Pero ¿cómo se ha podido desvitalizar hasta tal punto aquellas actitudes que devinieron formas? Las nuevas salas del Reina, no ayudan, por más que se panelen. Ya se trate de Juan Gris, Antonio Saura, o esta antológica: esos espacios sólo son aptos para vender electrodomésticos. En esta coyuntura, parece que nadie puede impedir que esa imponente luz plana deje literalmente invisible el film “Homenatge a Erik Satie” (1976) de Carles Pujol. Y dudo que alguien halle explicación a que las proyecciones de diapositivas de Fina Miralles, “Standard” (1976) y Angels Ribé, “Can’t Go Home” (1977) tengamos que mirarlas a la altura de las rodillas. ¿Qué hace que nuestra época resulte tan descuidada? Las obras, dispuestas en una única sala, están descaradamente apelotonadas, ahora que el museo tiene tanto espacio, después de su ampliación. En un día festivo, con afluencia de público, los visitantes intentan sortear vitrinas, proyectores y las propias piezas en el suelo (ego vidi). ¿Hasta dónde llegaremos en esta etapa postnouvel? Pero como el conceptual es muy povera, al menos en estos lares …
Dice Rosa Queralt que se ha pretendido salvar “la reticencia inicial a utilizar el término ‘conceptual’, demasiado impreciso para denominar prácticas tan heterogéneas, y aún hoy poco aceptado por algunos de los artistas participantes”, minorizando su propuesta, que es bastante peculiar. El recorrido se inicia con piezas povera de Eva Lootz y al final encontramos el “Hipercubo” (1977) de José María Yturralde (de la serie Estructuras volantes), el “Inflable sobre Benidorm” de Josep Ponsatí (1972) y la fotografía irónica “La columna y el peso” (1973) de José Navarro Baldeweg, poco después uno de los principales detractores de lo conceptual en España, como fue reflejado en la antología de escritos del manual clásico “Del arte objetual al arte del concepto” de Simón Marchán Fiz. No está, sin embargo, entre otros, p.e., Alberto Corazón, un divulgador militante en aquellos años. Sin orden ni concierto, ni intentar siquiera ofrecer una guía de la irrupción del movimiento en Catalunya (salvo en el texto de Victoria Combalía) y la feliz convivencia con las individualidades que se agruparon en Madrid, esta exposición con 32 artistas y más de cien obras (a la que el MNCARS sólo aporta tres de su colección), se justifica en una coartada que, por consabida, nos pita ya en los oídos: “La muestra quiere alejarse por igual del espectáculo como del documento, se dirige más al individuo que a la audiencia”.