Cuando se enciende la luz. Juan Uslé

Juan Uslé, switch on/ switch off, CACmálaga, Málaga
Publicado en Cultura/s, 24 de octubre de 2007

Encender/apagar es la metáfora a la que ha recurrido Uslé para anudar los dos grupos de pinturas que recoge esta muestra: las grandes telas negras y los pequeños cuadros multicromáticos; en conjunto, más de sesenta, producidos todos desde 2004. La pintura, nos viene a decir, es luz. En la sala, la oscuridad repetitiva de los lienzos en gran formato abraza como un cinturón la aparición prolija de imágenes y formas impactantes y fragmentarias. La oscuridad es el seno, el negativo, la cámara obscura, inercial, la trama desde la que surge la inventiva, la construcción, el azar, la silueta y el capricho. El requerimiento de afinar nuestra percepción visual en la tenue sombra que absorbe todo nuestro cuerpo nos prepara para la sorpresa en la variación del repertorio inesperado y fresco de colores brillantes y ácidos que deslumbran la mirada.
Pero encender/apagar pone el énfasis también en la acción en la pintura, como proceso y exposición del tiempo. La luz se desvanece y nos sume en el tempo largo, dilatado, indefinido: neutralidad que parece no tener término, espacio inconsciente, película velada, metraje indiferente, ritmo sordo del cardiograma. Así es el transcurso de la serie Soñé que revelabas, que el pintor asocia con “mapas de acetatos o sin revelar que sugieren paisajes nocturnos”. Las telas, casi monocromáticas, con diferentes negros, para lo que utiliza desde óxidos minerales hasta los indisolubles negros del humo, dice Uslé que “se mueven dentro de una membrana o pantalla, la tela, y lo hacen abriendo y cerrando espacios, en aparente silencio, pero repletas de actividad”. Las pinceladas estriadas, repetitivas pero todas desiguales, sugieren la ansiedad taciturna, la espera de las visiones futuras. Por el contrario, cuando encendemos, a la irrupción de luz le siguen la exploración y la sucesión de novedosas actividades. Sobre las tramas del tejido subyacente se van superponiendo otras franjas y entramados, gestos inacabados, cancelaciones y cabos deshilachados, veladuras y trazos fluidos entre los que podemos seguir los pasos de la génesis de la pintura: formas que fueron interrupciones y momentos en el proceso creativo. Los títulos de estos lienzos pequeños –sólo en sus dimensiones- a menudo subrayan ese sentido de actividad: Learning Love (2005), Deshilando recuerdos (2006); y a veces, hasta el propio movimiento: Ya llegan (2005), Yo voy (2007).
Heredero de la abstracción lírica, para Uslé la pintura es acontecimiento: no ventana de representación estática, ni objeto de esencia ontológica. Siempre gesto, como en Pollock, Kline o de Kooning, ha rechazado sin embargo la solemnidad trágica del lenguaje único y excluyente; la afirmación programática, la patética presencia de la imagen definitiva. Su gramática está compuesta de indecisiones, dudas, alusiones olvidadizas, restos y ocurrencias perdidas. Cabe la ironía, el humor y solubles contradicciones. No hay nada tan permanente como para que no pueda ser modificado. Las bandas de comunicación se mezclan y confunden. Y sus telas se proponen como lugar de encuentro de varios emisores y receptores simultáneos. También denota ese ruido de fondo de los dispositivos audiovisuales, de los media y de la ciudad.
Comprometido en registrar nuestra época, desde que hace dos décadas se trasladara a Nueva York -residencia que alterna con Camargo (Cantabria)-, Juan Uslé (Santander, 1954) ha ido construyendo una obra que en el último lustro ha alcanzado ya su madurez, como le fue reconocido con el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2002. No sólo la asimilación del expresionismo abstracto, sino también las salidas conceptuales y pop a aquel punto y final de la pintura planteadas por Gerhardt Richter y Sigmar Polke, han sido significativas para Uslé, como para Helmut Dorner, Bernard Frieze, Jonathan Lasker, Fiona Rae, Phillip Taaffe o Terry Winters, pintores con los que suele codearse en colectivas internacionales. Pero siendo hoy el pintor español más importante de su generación, no debiera obviarse la influencia germinal en su obra de Luis Gordillo, de su interés por la convivencia de la pintura con la fotografía y el cine y el énfasis aquí patente en su instalación espacial.