Nodos y enlaces críticos

Modos de hacer. Arte crítico, esfera pública y acción directa, ed. de Paloma Blanco, Jesús Carrillo, Jordi Claramonte y Marcelo Expósito, Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 2001. 488 pgs..
Publicado en EXITBOOK, nº 7, 2007

Al poco tiempo de publicarse y contra todo pronóstico –por la diversidad de puntos de vista de sus jóvenes autores, la edición universitaria, algunas traducciones deficientes y su compromiso ideológico-, esta antología de textos sobre arte público se incorporó como lectura fundamental en buen número de asignaturas universitarias del amplio espectro de “humanidades”, además de bibliografías en estudios de arte, arquitectura e incluso teatro; su proyección alcanzó también a las revistas especializadas de arte contemporáneo, convirtiéndose durante algún tiempo su cita en referencia casi inevitable en los artículos que contuvieran alguna relación con el tema. Y lo que es más inusual: el propio volumen se transformó en un “modo de hacer”, al atravesar las barreras del ámbito del arte contemporáneo sirviendo de nodo y enlace, de ida y vuelta, entre la teoría artística y los portales de activismos políticos en la web, en donde aun se encuentran colgados algunos de sus textos, incluso en páginas internacionales. Todos estos indicios señalan la oportunidad en aquel momento de esta publicación –en este país siempre sediento del acceso en castellano a fuentes de pensamiento-, y la novedad de su enfoque, dentro de los estudios críticos de cultura visual, muy deficitarios hasta la fecha. Por último, pero no menos importante, respondía a las demandas de buena parte de una generación de jóvenes artistas, críticos y gestores cuyas preocupaciones volvían a girar en torno a la deriva situacionista como modelo plausible de ruptura con la política cultural (in)existente.
Abarcando un arco temporal de tres décadas, desde clásicos de los años setenta al 2000 con algunos textos encargados ad hoc, se presentan cuatro aproximaciones bien diferenciadas. El primer bloque, a cargo de la historiadora del arte Paloma Blanco –que entonces avanzaba parte de su Tesis Doctoral- y bajo el título “Explorando el terreno”, siendo el más descriptivo y al tiempo celebratorio, plantea con claridad la evolución del arte en la esfera pública: del monumento al site-specific, rastreando las diversas tradiciones artísticas que van apurando la distancia entre la crítica de la representación y las prácticas comprometidas en socavar el sistema del arte contemporáneo, con textos de Lucy R. Lippard, Nina Felshin y Hal Foster, muy útiles para esclarecer los criterios para construir una auténtica democracia cultural, evaluar las sucesivas opciones del arte activista desde los sesenta y, en último término, reconceptualizar la metodología historicista, evolucionista y hegemónica, que tiende a opacar en su narrativa normativa la genealogía entre “lo enterrado (lo no-sincrónico), lo descalificado (lo menor) y lo que aun está por venir (lo utópico, o mejor, lo deseado)”, en palabras de Foster.
Inmersa ya en el campo de la teoría del arte, la segunda parte diseñada por Jesús Carrillo, profesor de Historia del Arte en la UAM, se dedica por completo al cuestionamiento del concepto de espacio en el arte posmoderno. Partiendo de la noción de campo expandido, con que Rosalynd Krauss apuntaba a la emancipación formal y topológica de la obra hacia una espacialidad contextual y dialógica, en su introducción Carrillo subraya las limitaciones del pensamiento de la deconstrucción cuando queda constreñido a una localización ideal, ajena al devenir y fluidez de “las condiciones reales de existencia”, a las que se da paso con la exposición de tres propuestas artísticas concretas: el análisis de Douglas Crimp sobre la popular polémica del “Tilted Arc” de Richard Serra, el proyecto sobre gentrificación “Si vivieras aquí” de Martha Rosler y la crítica y la utilización de las redes electrónicas para contrarrestar la violencia generada por las fronteras físicas según Florian Schneider.
El resto del volumen, distanciándose de la historia, teoría y metodología del arte con selecciones de textos también más heterogéneos, resulta bastante más ideológico. La oposición a la esfera pública burguesa en la teoría política de Oskar Negt y Alexander Kluge y la subversión de las tácticas cotidianas propuestas por Michel de Certeau en la década de los setenta contrastan con el rechazo al control del espacio público en la “Agorofobia” de Rosalyn Deutsche y el posibilismo de la estética relacional de Bourriaud a finales de los noventa: cuatro opciones, aliñadas con ejemplos de varios grupos activistas, que presentan bajo prismas casi opuestos Marcelo Expósito y Jordi Claramonte, artistas, teóricos y activistas cuyas intervenciones son bien conocidas en nuestro país.
Y a pesar de las limitaciones “colonialistas” (de hegemonía estadounidense y europea) reconocidas en la introducción, en realidad, no hubiera sido necesaria la inmersión en el emergente paradigma poscolonial tal como despuntaba entonces para hacer justicia al (más próximo) ámbito teórico y práctico latinoamericano, cuya ausencia desmerece el carácter antológico de esta obra, presuntamente inspiradora de futuros ‘modos de hacer’.