El arte se mueve. Vídeo, primera generación

Primera generación. Arte e imagen en movimiento (1963-1986), MNCARS, Madrid
Comisaria: Berta Sichel
Publicado en Cultura/s, 14 de marzo de 2007

La exposición más importante de la temporada es la presentación de la reciente colección de vídeos del MNCARS: gracias a una inversión de dos millones de euros con que se ha adquirido casi el noventa por ciento de lo expuesto, en algunos casos con importantes recuperaciones y trabajos de restauración; el resto, nos dicen, aún cuando falten obras claves, ya no se encuentra en el mercado. Una operación con respaldo ministerial que pone a nuestro país en el mapa de aquellos que reconocieron la importancia de esta tecnología para la creación contemporánea durante el largo periplo de su proyección en festivales, antes de que se hiciera habitual la exposición de vídeos en salas de arte, desde hace una década, y la mayoría de los artistas se sintieran casi obligados a producirlo. De manera que la selección de los primeros veinticinco años es acertada, incluso equilibrada regionalmente (Estados Unidos, Latinoamérica, Europa ...); aunque lógicamente queden huecos (como se reconoce: Canadá, Europa del Este ...), quizá el más llamativo el de la escasa representación española, con sólo tres obras de Antoni Muntadas (Between the Lines, 1979), Joan Rabascall y Benet Rosell (Bio Dop, 1974) y la extraordinaria instalación hipnótica de Eugenia Balcells (TV Weave, 1985).
Pues estamos hablando de una muestra que reúne treinta y dos instalaciones, catorce videoproyecciones y ochenta obras en monocanal, es decir, a disposición del consumo individual de los visitantes frente a la pantalla de ordenadores. La vasta envergadura, sin embargo, no impide una lectura clara de los argumentos principales esgrimidos por su comisaria Berta Sichel para explicar las inquietudes que manifestaron los artistas ante el nuevo ingenio, virtud acompañada por el excelente montaje a cargo de Ángel Borrego, que ha evitado la "caja negra", pero también la "jaula de pájaros" en que podría haberse convertido un recorrido que no es sólo visual, sino también auditivo. En conjunto, y todavía intentando no caer en la nostalgia, se rinde homenaje al clímax de libertad, investigación y subversión crítica que supusieron las incipientes manipulaciones en torno a ese medio audiovisual que estaba ya modificando la cultura de masas definitivamente. Ya que el vídeo, como un sistema más de registro y transmisión, a semejanza del cine y la televisión, ofrecía nuevas posibilidades: el visionado instantáneo, la posibilidad de añadir sonido y de comprimir el tiempo, estableciendo, como señala Sichel, "nuevos circuitos entre realidad y representación". Pero, de alguna manera, y también por sus cualidades técnicas específicas y bajo coste, desde su aparición, el vídeo hizo envejecer al cine industrial y se erigió como una especie de hijo respondón del mensaje autoritario y unilateral de la televisión, que paulatinamente reabsorbería muchos de sus primeros experimentos. Los textos de la época de Marshall McLuhan (Comprender los medios, 1966) y de Herbert Marcuse (El hombre unidimensional, 1964) acompañaron a los pioneros "fluxus" en su alerta ante la "industria de la conciencia" responsable de la mercantilización de la cultura.
En un principio, hubo un asalto contundente a la verosimilitud engañosamente coherente de la narración televisiva: las primeras obras de 1963 "6 TV Dé-collage" de Wolf Vostell y "Exposition of Music-Electronic Televisión" de Nam June Paik dan muestra del impulso iconoclasta y experimental de los inicios desde una formulación técnica y formal que pronto entraría en los contenidos. El vídeo se hizo imprescindible para registrar los happenings y performances de una generación que quería cambiar las reglas de juego del arte y para aquellos que pretendían ejercer una acción política, ya fuera dirigiéndose a la descomposición del mensaje de los media desde posiciones semióticas que cundieron en Europa, o bien centrándose en lo que posteriormente hemos denominado políticas de representación. En este aspecto, la presentación de artistas feministas es abundante y ejemplar (Hanna Wilke, Ana Mendieta, Carolee Schneeman, Joan Jonas, Valie Export, Shigeko Kubota ....), incluida la instalación monumental de Ulrike Rosenbach "Herakles-Herkules King Kong", expuesta en la Documenta 6 de 1977. Un último grupo lo conforman obras juveniles de los que hoy son reconocidos como maestros del videoarte, en una concepción en donde confluyen pintura, cine y minimalismo, entre los que se encuentran Peter Campus, Gary Hill, Bill Viola y Bruce Nauman, cortando en 1986, año en que se producen ya grandes exposiciones internacionales mientras se desarrolla NSFNET, dando paso a la era postelevisiva.
Resulta paradójico que en un periodo de enorme confusión, en que las luces y sombras que han coloreado toda la trayectoria del Museo Reina Sofía llegan a lo más extremo del espectro, se haya dado, por fin, luz verde a este antiguo proyecto. Todos tenemos que felicitarnos. Pero queda redondear la faena dotando a la colección y actividades expositivas de Audiovisuales de un espacio permanente.