El 'Palacio de los proyectos' lleva a Madrid el arte benevolente y utópico de Kabakov

KABAKOV, Palacio de los proyectos, MNCARS Palacio de Cristal, Madrid
Publicado en La Vanguardia, 27/12/1998

El Palacio de Cristal de Madrid ha vuelto a abrir sus puertas, después de años de obras de rehabilitación, con la exhibición del "Palacio de los proyectos" de Ilya Kabakov (Ucrania, 1933). El montaje, como afirmó el artista en la inauguración "es un sueño dentro de otro sueño", pues a la experiencia de habitar la frágil arquitectura de hierro y cristal en pleno corazón del Retiro madrileño, se suma ahora la incursión en la mítica arquitectura que a su vez contiene. Una sencilla estructura de madera con paredes de plástico blanco ha servido para construir la cima de una Torre de Babel, cuya elevación en espiral alude a los sueños de aquellos que querrían entenderse. Ya en 1920, el constructivista Vladimir Tatlin presentó un esqueleto de madera como maqueta del Monumento a la III Internacional: un edificio habitable, que finalmente no se llevó a cabo; a posteriori, un símbolo de la quiebra tanto del proyecto comunista como de las vanguardias artísticas. En cambio, la "instalación total" que nos ofrece Kabakov, un artista marginado en la antigua Unión Soviética y ahora residente en Nueva York, es el interior de la torre, repleta de propuestas en las que demorarse. Adentrarse en el "Palacio de los proyectos" funciona como traspasar el umbral de las casas de espejos y misterios de una feria: allí somos todos como niños dispuestos a asombrarnos y a divertirnos mientras aprendemos algo más de las imágenes cambiantes y las emociones que nos sucitan. Aunque estos proyectos están dirigidos al público adulto, en opinión del artista, enfermo de estrés en el mundo actual.
La larga experiencia del artista ucraniano como ilustrador de cuentos infantiles en su periodo moscovita es el origen de esta manera de encarar el problema de la comunicación de la obra de arte con el espectador; así como el método de incluir mensajes escritos, que ha caracterizado su trayectoria artística en Occidente. Ya en 1990, cuando participó en "La finitud de la libertad" en Berlín -una exposición que coincidió con el proceso político de reunificación de Alemania- Kabakov instaló dos corredores ("Dos recuerdos del miedo") en la Plaza de Postdam en los que, a la altura de los ojos, había postales con mensajes tales como "No tengo más fuerzas, tan sólo lloro ..." y "Cuando no haya muro, aunque sea difícil imaginarlo, nadie podrá creer cómo fue todo esto y qué vida vivimos". La actitud que evidenciaba aquella muestra: la parálisis y aislamiento del arte "para especialistas" junto a la necesidad de intervención ante la realidad social, sigue siendo una constante en la obra de Kabakov, uno de los artistas más estimados hoy en día, con varias instalaciones recorriendo Europa este año. Pero su éxito, más que a la consagración de los críticos, se debe ahora a la coincidencia con un público cada vez más atento a propuestas sencillas que atañen a su ámbito privado, e incluso hogareño.
Este "Palacio", fruto de tres años de colaboración con su mujer Emilia, recoge tres grupos de alternativas: para perfeccionarse uno mismo, para estimular la creatividad y para mejorar la vida de otras personas. Cada motivo es explicado en un texto sobre una pequeña mesa con silla incluida -donde el visitante puede leerlo tranquilamente sentado- junto a una maqueta o ejemplo plástico de su realización. La iluminación blanquecina del interior proporciona un clima propicio para lo que pretende Kabakov, el "contacto con esa pequeña alma que todos poseemos, con esa persona que se esconde detrás del yo profesional". Sus propuestas inciden en subrayar las condiciones patológicas en las que vivimos, por todos reconocibles (exceso de pasividad, televisión, modas, consumo ...), y solucionan irónicamente algunos de los problemas recurrentes de los individuos en la sociedad actual: la necesidad de disponer de un reducto en las ruidosas viviendas actuales ("Concentración en el armario"); cómo lograr que las reuniones con nuestros amigos no estén contagiadas de banalidad mediática ("Artilugio para cuando vienen invitados") o por qué lo viejo y usado no hay que tirarlo, ya que nos facilita convivir con nuestro pasado y compartirlo. También las maquetas directamente utópicas de carácter social, que acompañan proyectos de cómo habitar la atmósfera o construir cárceles perfectas, además de hacernos sonreir por su premeditada solución formal naïf, son críticas efectivas al horizonte de perfección técnológica y científica que es hoy columna vertebral para el mantenimiento de la confusión general. En la obra de Kabakov hay reflexión, placer y participación, pero ajenos a la "especialización" mínimal, las vídeoconsolas y los sustos y repugnancia con que a veces se pretende impactar al espectador. Es sólo arte, esa verdad que a cualquiera se hace evidente y nos pesuade del poder de las imágenes.