Fluxus y fluxfilms 1962-2002

Fluxus y fluxfilms 1962-2002 (vídeo-documentos, películas, conciertos y conferencias), edición de Berta Sichel en colaboración con Peter Frank, traducciones de Paco Barragán, Amalia Gómez, Miguel Loncho, Lorna Scott Fox y Manuel Sueiras, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 2002.
Publicado en EXITBOOK, nº 2, 2003

Aunque la renovación de la creatividad que plantearon los artistas que trabajaron en el entorno de Fluxus es la pieza clave para entender las raíces de la mayor parte de tendencias del arte contemporáneo –y la continuidad del hálito de la vanguardia más allá de una lectura exclusivamente formalista-, todavía hoy la historiografía artística mantiene una estrategia elíptica con este “movimiento”, que no se adecua, antes bien rechaza, las convenciones del género. Y eso pese a la fijación de George Maciunas -su coordinador durante los primeros años- por establecer su genealogía. Pero como afirma Ken Friedman, algunas de las señas de identidad de Fluxus, como su carácter intercontinental –“antinacionalista”- y su distanciamiento con respecto a la autoría y a los circuitos mercantiles e institucionales del arte, por una parte y, de otro lado, su concepto radical de evento creativo que abarca desde la “partitura” o indicación de un acto simple a ser ejecutado por un receptor cualquiera en un momento indeterminado a la confluencia “orquestada” de varios medios (plásticos, musicales y cinemáticos); y todo ello, en conjunto, enmarcado en una sensibilidad lúdica y apreciativa de la sencillez y banalidad, si bien lo ha reafirmado con el paso del tiempo como “semillero”, continúa ofreciendo un potencial político difícil de digerir. Pues, frente al cierre derivado del “(ya) todo vale”, la multiplicidad de propuestas y derivas iniciadas por Fluxus demuestra que “un mundo del arte sano puede ser aquel en el que siempre hay más arte malo que bueno”, o donde su valor estético sea relegado o reinterpretado.
Por tanto, si la práctica ausencia de exposiciones y estudios sobre esta corriente en nuestro país – que, después de la exposición “En el espíritu de Fluxus”, celebrada en la Fundación Tàpies a principios de los noventa, sólo muy recientemente se está intentando paliar con muestras monográficas de algunos de sus protagonistas- apunta la importancia de esta publicación, tanta mayor es su relevancia en cuanto se centra precisamente en sus aspectos más definitorios, fluidos. Y que, de hecho, siguen siendo los territorios menos explorados. Música, cine y vídeo-documental de las acciones son las tres áreas (aunque a menudo íntimamente ligadas en las prácticas fluxus) seleccionadas por Peter Frank y Berta Sichel, comisarios del ciclo desarrollado en el Museo Reina Sofía y coeditores de este libro, en donde se incluyen un buen número de ensayos inéditos en castellano junto a algunos encargados para la ocasión, como el de José Iges, que esclarece algunas de las estrategias compositivas en la música fluxus y su continuidad en las instalaciones sonoras actuales, y el de José Antonio Agúndez García, director del Museo Vostell en Malpartida de Cáceres, acerca del tránsito natural del artista desde el dé-collage al happening.
Interesantísimo es el artículo de Bruce Jenkins, que analiza las tácticas de los fluxfilms, unos cuarenta cortos experimentales producidos por unos veinticinco artistas asociados con Fluxus, cuyo posicionamiento se distanció al tiempo del cine comercial y del vanguardista, devolviendo el control al espectador. Y verdaderamente excepcional el estudio “Entre el agua y la piedra” de Kristine Stiles, donde con nuevas aportaciones historiográficas, perspicaz recontextualización e incluso elegancia poética, se aborda la significación de las performances de las artistas y en especial el protagonismo de Yoko Ono, decisiva en la constitución y evolución de Fluxus, aspecto detallado también en la contribución de Jon Hendricks a este “cofre fluxus”.