Lo mejor y lo peor de 2005. Asociaciones: euforia, incertidumbres, fracaso y esperanzas

Publicado en ExitExpress nº 16, diciembre de 2005

La percepción de que tras el cambio de gobierno se abría una oportunidad para dar un vuelco a la política artística en nuestro país, ha impulsado durante este año el furor constituyente de asociaciones de sectores profesionales de arte contemporáneo, algunas empeñadas en ofrecer un nuevo perfil alternativo a las ya existentes, otras inéditas: el Consejo de Críticos de Artes Visuales (CCAV) y la Asociación de Directores de Arte Contemporáneo en España (ADACE), que vendrían a sumarse al Consorcio de galerías y a la Unión de Asociaciones de Artistas Visuales (UAAV). Hacia las que el nuevo Instituto de Arte Contemporáneo (IAC), con independientes, tendió puentes con el objetivo de crear una plataforma unitaria de diálogo con la Administración central. A las buenas nuevas –pues, en todo caso, estas iniciativas expresan la creciente profesionalización-, siguieron incertidumbres y suspicacias -síntoma del déficit de cultura democrática que aún arrastramos-. Y por último, el fracaso. De la sospecha hacia el peso de las galerías en la creación del Instituto por parte de UAAV, surgió su propuesta alternativa de un Consejo Estatal de las Artes, que ha terminado de intoxicar la situación. Ya que la denominación debe demasiado al informe Bricall encargado por la Generalitat – y a la espera aprobarse allí tras los nuevos Estatuts- que, además de agrupar todas las artes, explícitamente rechaza en la constitución de este Consell de la Cultura i de les Arts cualquier “representación orgánica de las asociaciones u organizaciones profesionales”, decantándose por una selección de notables (procedentes de música y teatro, cine, industria editorial, etc.). Sin embargo, si un día el Ministerio se decidiera a constituir un órgano articulador de las artes visuales (en simetría a los ya existentes INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música) e ICAA (Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales) pero, a ser posible, menos burocrático y con mayor independencia, cabe suponer que se tiraría del trabajo realizado por Bricall, con la consulta de 192 instancias, entre asociaciones, instituciones e individualidades y un análisis detallado de los Council of Arts en los países anglosajones; lo que diluiría sobremanera la propuesta representativa de las cuatro asociaciones sectoriales, con derecho a veto en los acuerdos, defendida por la UAAV.
Suponer por suponer. Puesto que el enfrentamiento entre parte de los sectores de artistas y galeristas, ante quienes los restantes actúan de momento como comparsas –aunque duela decirlo-, de momento, es el mejor pretexto para la inhibición de un Ministerio de Cultura que, a día de hoy, saluda la efervescencia del mundo artístico, sin haber abierto proceso alguno encaminado a crear el marco de una política artística que facilite la independencia y transparencia de las decisiones de profesionales en la gestión exterior e interior: desde la educación al museo, la investigación y difusión crítica, el mercado y el patrimonio, en un esfuerzo unitario por democratizar la cultura. Esperanzas a las que muchos nos negamos a renunciar.