Luminosidad, Tarsila do Amaral

TARSILA DO AMARAL, Fundación Juan March, Madrid
Comisario: Juan Manuel Bonet
Publicado en Cultura/s, 18 de marzo de 2009

Luminosa y fluida, la pintura de Tarsila do Amaral (Sao Paulo, 1886-1973) escupe la pátina del viejo relato vanguardista. Limpia y exuberante, su frescura remite a un París cosmopolita que, como afirmó la propia Tarsila, estaba “harto de pintura parisina”, en donde confluían artistas de toda Europa y América aportando recuerdos y tonalidades, y que sirvió de crisol de tantas otras modernidades. En viajes de ida y vuelta, entre Sao Paulo y París, Tarsila do Amaral funda la modernidad de la plástica brasileña. Esta es la aventura que cuenta la exposición, centrada en la década de los veinte, con treinta y cinco cuadros y algunos dibujos. Una década de enorme explosividad creativa e intensidad vital para la artista brasileña, que recobra el tópico del fructífero entrelazamiento de arte y vida con toda su autenticidad: con la amistad primera de “los cinco” (dos pintoras, Tarsila y Anitta Malfatti, junto a tres poetas), de la que surgirá la pareja de amantes Tarsivald, de Tarsila y Oswald de Andrade. Él pondrá letra a la pujante innovación de su pintura. Juntos formularán primero la poética Pau Brasil y después, el manifiesto Antropofagia, origen de la insubordinación del arte brasileño ante la jefatura eurocéntrica de la cultura moderna.
Es asombroso que después de sólo unos meses con Oswald en París pintara La negra (1923): un desnudo agigantado sobre bandas geométricas en recuerdo de una criada en la hacienda de su abuelo, con que la artista deja atrás el aprendizaje llevado a cabo en el estudio de André Lhote en estancias anteriores, para afirmar su propio lenguaje. La tela resulta tan sorprendente que todavía durante algún tiempo, Tarsila do Amaral intenta combinar el cubismo de Gleizes y el tubismo de Fernand Lèger con las raíces y tradiciones coloniales de Brasil. En Sao Paulo, do Amaral comienza introduciendo palmeras en las vistas maquinistas de la ciudad y prosigue revisando el paisaje exuberante de las haciendas; y después, los demás géneros tradicionales de la pintura colonial brasileña: desde jugosos bodegones a la iconografía cristiana. Una producción que mostrará con éxito en una exposición en París, arropada por los marcos del prestigioso modernista Pierre Legrain, como todavía puede apreciarse en El coco, con algún eco del Aduanero Rousseau. Y que en 1925, Oswald consigue tematizar como poética en Pau Brasil, dedicado a Blaise Cendrars, donde se propone la revalorización de la cultura autóctona brasileña con primitivista acento moderno.
Pero el impulso de “La negra” volverá a irrumpir en 1928 con Abaporu, la tela que dará lugar a Antropofagia, donde Andrade ironiza “tupí or not tupí, that is the question”, aludiendo a los indios caníbales de la Amazonia para propugnar la tropicalización de la modernidad. Abaporu, fruto de un sueño, inaugura una etapa de pintura onírica y musical, de ondas rítmicas, casi hipnóticas, en que do Amaral con Distancia, El sueño, Floresta, El lago y Urutu parece llegar a su apogeo.
También en la exposición puede verse la gran tela Obreros, de 1931, que da cuenta del giro vital de la artista, arruinada tras la Depresión del 29 y volcada radicalmente en un compromiso político que pagará primero con la cárcel y después con una estigmatización durante las consecutivas dictaduras en Brasil, que la artista sobrellevará convirtiéndose en cronista de arte y pintando esporádicamente. Un destino acre compartido con tantos artistas latinos y europeos de su generación.
Ante esta obra y personalidad deslumbrantes, se hubiera agradecido más obra de Tarsila do Amaral en esta su primera gran exposición en España. La recreación, excesivamente historicista e incluso archivística -con cartas, carnets y cartografía, plumaria amazónica, cerámica marajoara, e incluso un gran oratorio del siglo XVIII- ahoga su brillantez y bien hubiera podido quedar contenida en el erudito catálogo, al que acompañan las curiosas publicaciones semi facsímiles de Hojas de ruta de Blaise Cendrars y Pau Brasil de Oswald de Andrade.