Los estallidos de Gottlieb

GOTTLIEB, Fundación March, 28006 Madrid
Publicado en “Revista”, suplemento semanal de LA VANGUARDIA, 27/5/2001

Despúes de la gran exposición de Rothko en Barcelona llega a Madrid la primera retrospectiva europea de su amigo Adolph Gottlieb (Nueva York 1903-1974), con treinta y cinco obras realizadas entre 1929 y 1971. Su asociación fue decisiva para la fundación del expresionismo abstracto neoyorquino.
En 1943 Mark Rothko y Adolph Gottlieb firmaron un manifiesto en el New York Times en el que declaraban “profesar afinidad espiritual con el arte primitivo y arcaico”. En el caso de Gottlieb, a partir de su estancia en Arizona a finales de los treinta, esa afinidad ya había transformado radicalmente su pintura, convirtiéndose en referente para Rothko junto a Arshile Gorky y otros pintores más jóvenes, como William Baziotes y Jackson Pollock, cuya obra años más tarde popularizaría el “primer gran movimiento artístico norteamericano”. Pero el expresionismo abstracto, como otros vanguardismos europeos, del cubismo al expresionismo de El Puente, por ejemplo, requirió de la búsqueda de nuevos fundamentos fuera de la tradición occidental, en el caso de los norteamericanos en la “maravillosa colección de cosas indias” que Gottlieb pudo admirar en el Museo del Estado de Tucson. De allí partió la aspiración a una pintura que, por medio de la elaboración de formas elementales pertenecientes al inconsciente colectivo jungiano, conectara con los sentimientos profundos del hombre contemporáneo, de manera que la “así llamada abstracción” representara “el realismo de nuestro tiempo”.
También la autoridad de Gottlieb hizo posible la difusión entre los pintores de este nuevo fundamento. A los diecisiete años había viajado a Europa, conociendo de primera mano las vanguardias parisinas, hecho del todo excepcional entre una generación que tenía noticia de las novedades artísticas casi exclusivamente a través de las revistas con escasas reproducciones en blanco y negro, y que le valió para una asimilación ya muy personal y sintética de las corrientes frías y cálidas de los ismos. Por otra parte, en 1935, junto a Rothko, fundó el grupo Los Diez, donde ensayarían las estrategias de discusión y defensa de intereses artísticos que después serían tan útiles en el lanzamiento del expresionismo abstracto.
Sin embargo, la evolución de la pintura de Adolph Gottlieb parece mantener a lo largo de su vida una independencia tan acusada como la de su amigo Milton Avery, con quien comparte tal refinada sensibilidad hacia el color que hace indistinguible la autoría de algunos cuadros que realizaron juntos antes de su viaje a Tucson. Después, las “naturalezas muertas de Arizona”, con su tratamiento cubista del espacio, darán paso en “Caja y objetos marinos” al desplazamiento surrealista a lo “de Chirico” que proporcionará el giro definitivo, tras la asimilación de la imaginería de vajillas y textiles indios, a sus “Pictografías”. Estas telas, con una retícula aún más tosca que en las composiciones constructivistas de Torres García y que facilita el efecto de cobertura total (“all-over”), ofrecen una lectura pluridireccional de elementos (símbolos y fragmentos del cuerpo humano, ojos y manos...), a modo de una escritura automática en yuxtaposición que produce asociaciones y sentidos inéditos a cada espectador. Además, la complejidad de las “Pictografías”, en las que la unidad de la imagen le exigió restringir los contrastes cromáticos, le valió a cambio para experimentar ampliamente con técnicas y texturas, aplicando óleo, gouache, caseína, témpera o lápiz con pinceles, paños, cuchillos o dedos.
La exploración de las técnicas pictóricas tratadas como cualidades expresivas seguirá fortaleciendo su producción posterior, marcada por la creciente simplificación de planos y elementos. A principios de los cincuenta, en las “Naturalezas no muertas”, como “Mar y marea” separa la imagen en dos partes, orden y caos: arriba formas ovoides flotando, de cercanía mironiana, y abajo una masa, rica y densa, con signos fluidos sobreimpresos. Luego, desde 1957, en sus célebres “Estallidos” (“Exclamación”, “Levitación”, “Ascensión”), las formas de ambos planos quedan aisladas y depuradas en frágil equilibrio sobre un campo de color de gama intermedia que enfatiza líricamente la vastedad de su universo visual.
Respecto a las pinturas de la última época declaró: “necesito ser pobre”. Con el reduccionismo y recombinación de la estructura conceptual de las sucesivas series monumentales de discos y paisajes imaginarios, Gottlieb fue asimilando y extendiendo más que ningún otro las exploraciones de los expresionistas en la búsqueda de la gramática abstracta. Crítico con la expresión de la subjetividad de los pintores de la “action” y distante también del purismo formal, sus imágenes prestan emoción y corporeidad a las experiencias complejas del hombre contemporáneo, dando respuesta a interrogantes del tipo “¿cómo se puede traducir visualmente el miedo?”