Marijke van Warmerdam: “¡aquí y ahora!”

Publicado en Matador L, 2009

La mirada de Marijke van Warmerdam nos conduce a detenernos en asuntos triviales: esa gama que oscila entre lo cotidiano, lo humorístico y hallazgos insignificantes debidos, aparentemente, a la ocurrencia o al azar. Sus imágenes desprenden optimismo y con la frescura y sorpresa de sus piruetas ingenuas, a veces casi infantiles, provocan la sonrisa del espectador. Pero quizás todavía es más notable una cualidad tradicionalmente literaria, la de que sus “lectores” las reconozcan como propias y “recuerden” experiencias instantáneas que quedan asimiladas a su biografía. Y, por tanto, reproducibles en cualquier ocasión, como ocurre en las sencillas instrucciones de los juegos vanguardistas y los events. En conjunto, la obra de Van Warmerdam es un elogio a lo efímero, lo cambiante y la fugacidad de la vida. Y esta dimensión temporal es un buen punto de partida para comprender la inversión -como se da la vuelta a un guante- que viene llevando a cabo en las diversas facetas en que desarrolla su trabajo: esculturas e instalaciones, diseño de objetos, vídeos y fotografías, mostrándose, como ya se ha señalado, “un poco extranjera en cada disciplina”. Su escultura –que siempre es la referencia última de su concepto espacial, ya que fue la especialización de su formación inicial-, parece requerir de la dimensión temporal de la fotografía para agotar su sentido, como en el caso de la “Gran bolsa de papel” convertida en “Gran bolsa de papel con hombre” (1997), donde vemos a un adulto trajeado de pie y con los brazos elevados intentando llegar a asirla. O bien, en otro salto entre valores y categorías, la taza con lunares que se desplazan en su instalación museística (atemporal) –registrada en la fotografía “take a break”, 2004-, pero que se ofrece a bajo precio como objeto de diseño de uso cotidiano en la web.
La incertidumbre es el ámbito de inscripción de su proceso creativo, empeñado en llevar al límite la definición del estatus de lo artístico. Pero si bien este presupuesto podría considerarse común en cierta tradición contemporánea (dadá, surrealismo, fluxus, conceptual …), habría que situar a esta artista holandesa (Nieuwer Amstel, 1959) en sus bordes: el rechazo de la innecesaria seriedad del que hace gala, por la literalidad, obviedad y levedad de sus imágenes desnudas lleva a la irresolución (siempre, fuente de asombro) en que ha de discernirse el precario equilibrio entre “lo que es” y “lo que no es” -y también “lo que es tal cual”, a la manera de los primeros experimentos fílmicos de Edison y Andy Warhol, desprovistos de todo contexto o significado dramático-. De hecho, estrategias como la repetición y el loop en sus vídeos hicieron llamar la atención que “lo que es” no es “todo lo que parece”: la ruptura con la narración lineal y su variación en la semejanza, hizo que la mirada de Warmerdam hallara un lugar en la escena internacional a partir de su presentación en el Pabellón holandés de la Bienal de Venecia en 1995.
“Trembling” (“temblando”), el título de su exposición presentada en la galería La Fábrica en 2008 es muy apropiado a esta cuestión de la indefinición tan característica en su trabajo. El vídeo homónimo que pudo verse por primera vez en Madrid muestra en plano fijo y parcialmente un campo de petunias blancas agitadas por el viento. Alguien dijo que hacía falta mucha honestidad para mostrar una imagen tan familiar. Pero sólo en circunstancias emocionales especiales el sujeto contemporáneo se demora en un devenir tal de fragilidad. Y es ahí a donde Warmerdam nos quiere llevar. En discrepancia con alternativas más analíticas, deconstructivas o paródicas, la opción crítica de Warmerdam ante la banalización de las imágenes en la época de los mass media y los condicionantes en la percepción visual que estos imponen discurre por una suerte de rivalidad para romper la rutina en la captación de lo banal: pero insustancial antes que espectacular, unmonumental, próximo, concreto, doméstico, cotidiano y tangible (“La fotografía debe ser completamente comprensible en sí misma y lejana de lo ordinario”, en su opinión). Por otra parte, su distanciamiento de “lo significativo” en la mainstream del arte contemporáneo se expresa con un rotundo optimismo hacia la pervivencia de la experiencia de belleza, y con él, la ausencia en su trabajo de cualquier alusión a la culpa, el dolor, la angustia y el mal que encumbra a tantos entre los feligreses de la religión del arte contemporáneo.
El “aquí y ahora” de Warmerdam no hace referencia al aura de raíz cúltica benjaminiana, que asegura la autenticidad venerable de la obra maestra del museo, sino más bien al aura que el autor quería y pretendía reencontrar en pequeños detalles, en sus experiencias de “Haschisch” en Marsella, en la filigrana del encaje en los visillos y en el empedrado de sus paseos nocturnos. Y definitivamente, tiene que ver con uno de los lemas repetidos por los loros entrenados en Pali, “La isla” imaginada por Aldous Huxley en contraposición a la utopía negativa de “Un mundo feliz” y que se convertiría en una de las biblias de la new wave. Allí, “¡Atención!” y “¡Aquí y Ahora!” eran recordatorios cotidianos para los habitantes de una microsociedad bienaventurada -que mantenía a raya la tecnología y se cultivaba con la droga mística moksha- para disciplinar y acordar inteligencia, emoción y acción: para enfatizar que sólo existe el presente, por más que nuestra mente intente confundirnos. “La espontaneidad de mirar debe mantenerse preservada en la obra”, afirma la artista.
La serie de fotografías “Soon”, “Now” y “Coming up soon” (2002) niegan y a la vez subrayan esta dimensión temporal del presente. Pues aparentemente desarrollan una secuencia diacrónica que es denegada implacablemente por la instantánea de cada fotografía. La espontaneidad de estas fotos parece respaldada por la escasa profundidad de campo producida por la gran apertura del diafragma, que en la primera fotografía de la serie la artista simula no controlar adecuadamente, dejando la rama de capullos más próxima desenfocada; pero que más bien parece un reflejo inverso, como si hubiera pretendido cogernos con la guardia bajada, y que inmediatamente engancha nuestra mirada para su correcta localización: “lo interesante es mostrar algo que –creo- en una fracción de segundo el espectador también reconoce”. Muy lejos de la rígida estilización con que el tema floral se ha tratado generalmente en la historia de la fotografía; revalorizando, por el contrario, la visión no advertida y, de aquí, susceptible de probar la sorpresa.
Además, Warmerdam utiliza una estrategia explorada en otras series: la imagen dentro de la imagen para destacar la belleza de distintos momentos de la floración de magnolias. Al igual que en otras ocasiones mediante la repetición a escala de un detalle (“Open Taps”, 1998) o la inclusión de un espejo (en el cuento “Glubbdubdrid Reeks”), esta vez una cartulina blanca DIN-A3 encuadra los brotes de capullos (“Soon”), la floración en su apogeo (“Now”); y finalmente, a la inversa, tapados en parte por el rectángulo de cartón, los pétalos ya caídos y desperdigados de “Coming up soon”. El artificio queda a la vista: unas manos de mujer sujetan la cartulina en las dos primeras (“me gusta poner todas las cartas sobre la mesa. La imagen, el título, el material: me encanta verlo todo sin adornos. Esto implica que en principio nada necesita permanecer oculto”, asegura). Y ese detalle, que se hace pregnante, casi nos hace pasar desapercibida, en una primera ojeada, la precisa adecuación espaciotemporal de cada imagen: las mangas del chaquetón impermeable todavía invernal, aspecto que se subraya con la imagen de una casa al fondo –tan habitual en la iconografía estacional de la tradición centroeuropea- en “Soon”; la camiseta ya primaveral de la portadora de la cartulina, en un cuadro que se abre a la vitalidad callejera, con los coches transeúntes de “Now”; y por fin, el oscuro adoquinado del suelo, de evidente simbolismo, pero arropado por un título optimista, “Coming up soon”, y enfatizado por dos versiones de la imagen que muestran sobre el plano de la cartulina la luz entreverada, en positivo y en negativo, con el efecto paradójico de resultar todavía más refulgente en la inversa. Marijke Van Warmerdam ya lo dejó claro en su diálogo con la pintora Marlene Dumas, cuando decidió condensar en la “luz” la intención de su trabajo: “Básicamente estoy más interesada en la luz y el optimismo energético que en la oscuridad y la muerte. Y sé que justo a la vuelta de la esquina de los límites de la oscuridad y la muerte están la luz y el optimismo”.