Navegando con Pipilotti

Pröblemäs büenös. 4 obras de Pipilotti Rist y amigäs , MUSAC, León
Publicado en El Cultural, 22 de diciembre de 2005

Obsesionada con el círculo, las videoinstalaciones de Rist envuelven en un giro ingrávido y psicodélico, en espiral. Este formato, subrayado ya hace tiempo en el estudio clásico de Rudolf Arnheim El poder del centro como el más apto para el placer sinestésico, domina el movimiento de la cámara fluida de Pipilotti, el remolino de elementos suspendidos y la disposición de las colchonetas interconectadas por tuberías de gomaespuma desde las que formar comunidad, mientras se disfruta de los loop audiovisuales, si es que no se está con amigos. “El museo”, me dice Pipilotti en el montaje, “es un lugar de relación, de reunión, de confluencia de energías”.
También la creación. Desde su pertenencia al grupo musical Les Reines Prochaines, antes de convertirse en artista visual, ha ido acumulando colaboradores. Su estudio siempre está repleto de gente, sus producciones tienen largos títulos de crédito y, ahora que es madre, me dicen, no descuida que su bebé pinte sobre superficies que no sean circulares. Todo fluye. Otras características distintivas de su trabajo: la recreación en el disfrute del color luminoso y las texturas, su visión onírica indeclinablemente optimista y la subversión descarada, utópica y nunca exenta de humor, que siempre proponen sus piezas (“problemas buenos”), la sitúan en el centro del objetivo de los francotiradores (ascetas) de la estética lúdica. Sin que estas críticas hacia el disfrute de la belleza le hayan hecho mella. Como cabía suponer de su potencial creativo, la profusión de recursos se ha multiplicado. Después de la última invitación de Rafa Doctor hace cinco años en el Reina Sofía, el trabajo reciente ahora mostrado en España es más sofisticado y preciosista.
La muestra se abre con Supersubjektiv (2001), enorme doble proyección en esquina fruto de una estancia de Pipilotti en Japón. Con una banda sonora absolutamente hipnótica, en la que la canción en inglés de la artista se intercala con una voz masculina en japonés, la imagen sobrevuela al detalle desde las gotas sobre las hojas y las protuberancias de troncos a las rejas y ventanas de un edificio, volviendo a salir por el desagüe de las tuberías hasta el bosque, para iniciar un nuevo recorrido, por instantes casi microscópico, con un movimiento dúctil y maleable, como el agua, y cuya perfección técnica hace olvidar el misterioso y arduo proceso de montaje. Rist consigue el éxito allí donde incluso documentales científicos fracasaron: dar cuerpo a las experiencias sólo antes narradas por A. Huxley en Las puertas de la Percepción, o W. Benjamin en su paseo por Marsella, incluido en sus relatos de Haschish.
Antes de iniciar esa caminata nocturna, todavía en la habitación, Benjamin habla de la riqueza formal de los encajes en los visillos, que ahora encontramos largos y suspendidos, en un orden concéntrico, en torno a la proyección, en la siguiente instalación, Related Legs (2001), propiedad del MUSAC. Mientras giran las proyecciones de etéreos trapecios azules, que nos iluminan por momentos, nos topamos con la Pipilotti más transgresora (muchos recordarán el alegato ecologista Ever is Over All, con esa chica que destrozaba lunas de automóviles con tulipanes y la aprobación de la policía): una mujer salta las vallas y una vez detrás de las ventanas de una construcción corporativa, con la cara aplastada en el cristal, nos hace muecas infantiles y absurdas. En Apple Tree Innocent on Diamond Hill (2003) el remolino viene propiciado por el árbol suspendido del techo del que cuelgan los cristales preferidos de la new age sobre la proyección invertida del planeo con gran angular de una costa marina, con el efecto especial de simular el vuelo sobre la esfera de nuestro planeta.
Se ha dejado para el final del recorrido la instalación Homo Sapiens Sapiens (2005), obra estrella para crítica y público en la última Bienal de Venecia y que, realizada para la Iglesia de San Stae, tiene aquí su primera adaptación. Su visión del Paraíso tiene muy poco que ver con nuestra Caída. La pareja está compuesta por dos jóvenes mujeres y la culpa heredada ha sido transformada en el jugueteo sensual con frutos y testículos: una fertilidad cenital con la que gozar, una vez nos descalzamos y nos tendemos en esos divanes redondeados y “enchufados” entre sí, porque visionar el Edén es un deseo a compartir. Admirada por sus coetáneos, para quienes la moda psicodélica fue un resplandor de color demasiado efímero en nuestra infancia, y también por jóvenes nostálgicos que consumen los divinos setenta como la alternativa al presente, no es difícil augurar que el CD con los soundtracks de estas instalaciones editado por el MUSAC se codiciará como lo último imprescindible en los partys navideños.