Paisaje y memoria

Paisaje y memoria, La Casa Encendida, Madrid
Publicado en Cultura/s, 19 de mayo de 2004
Decía el director de cine F. Truffaut que en una película debía haber alguna enseñanza práctica que pudiera servir al espectador, como untar una tostada sin que se rompa. En su apertura al público, actualmente ciertas exposiciones están ensayando nuevas metodologías: ya no bastan las aportaciones del catálogo (teóricas, eruditas, didácticas o elegantes), el ciclo de conferencias y la mesa de debate. Se tiende a un desbordamiento conceptual y espacial. En esta línea, el proyecto presentado por la comisaria Alicia Chillida recoge la herencia del bricoleur. La ingeniero agrónomo y paisajista Teresa Galí nos enseña cómo construir un nuevo jardín, con respeto ecológico y predisposición a la respuesta impredecible. Y el taller de Lara Almárcegui intenta localizar los intersticios por los que ciudadanos y vecinos puedan operar y apropiarse del eje del Prado, antes de la anunciada remodelación de Siza. Esto, entre lo que me resulta más sugerente de las propuestas a elegir en esta construcción personalizada de la noción de paisaje, donde la “tesis” de la exposición -¿lógicamente?- queda diluida en la pluralidad de la oferta. De hecho, se trata de un recorrido desigual y por supuesto ahistórico a través de imágenes capturadas mediante fotografía y vídeo, más un ciclo de cine, del final de los sesenta para acá, pero abundando en obras recientes. Y, como no podía ser menos, bajo el intento razonable de una representación geopolítica suficiente.
La sección “Fotopaisajes” es la más convencional, con algunas imágenes ya archiconocidas de un elenco previsible: los Becher y discípulos, imprescindible marina de H. Sugimoto, los disidentes Jeff Wall y Fischli & Weiss y los comprometidos A. Jaar y G. Orozco, mientras la vertiente lírica se expresa en las imágenes de Rosemarie Laing, Taylor-Wood y el portable –póster en b/n de pájaro surcando el cielo- de González-Torres. Y además, los españoles Bleda & Rosa y J. M. Euba, con uno de sus paisajes vascos en tensión nacionalista. En sala propia y excepcional, sin duda, es la serie literario-fotográfica de Roni Horn sobre las oscuras aguas del Támesis.
La “selva” de vídeos, con pequeñas pantallas suspendidas, contiene “viejo y muy bueno”, como la performance “Pirámide funeraria” en la que Ana Mendieta intentaba desenterrarse en El Yagul (México) en 1974, o el paseo al ras del pajizo de “La Ciénaga” (1973) de Nancy Holt y Robert Smithson, y su “Spiral Jetty”. Y también reciente y bueno, como “Stromboli” (2002) de Abramovic que, con su nuca sumergiéndose al borde de las olas, nos enseña también cómo traspasar la energía del agua marina a nuestro fluido cerebral. Otros, aunque rabiosamente actuales, francamente se salen ya de género, como el documento del 11-S de Tony Oursler y el montaje retórico del “paisaje del rostro” de Bush.