Perturbadoras fábulas infantiles. Nadav Weissman

Nadav Weissman, Ground Floor, galería Juana de Aizpuru, Madrid
Publicado en El Cultural, 4 de octubre de 2007

La encendida polémica desatada el año pasado en Francia a raíz de la vista judicial sobre el contenido presuntamente pornográfico de la exposición celebrada en el CAPC de Burdeos "Présumés Innocents—L'Art Contemporain et l'Enfance" (2000) evidenció no sólo la extrema sensibilidad que en nuestra época se ha desarrollado en torno a la protección de los niños, suponiendo uno de los últimos casos de debate acerca de los límites de la libertad artística, que concluyó con la sanción de una multa de 75 mil euros para los organizadores. Al tiempo, la discusión intelectual que provocó, subrayó la importancia que la indagación acerca de lo infantil ha adquirido para aquellos artistas contemporáneos centrados en la identidad del sujeto, interesados por la adaptación social a la que a éste se somete, interiorizando valores “naturalizados” y la resistencia que se aloja en su inconsciente e imaginario como fuente interna de subversión. Según René Schérer, el cuestionamiento radical de la concepción esencialista de la infancia también implicaría una deconstrucción de la noción de adulto, ya que siguiendo al Nobel de Literatura en 1919 Carl Spitteler –que ejerció una gran influencia en Freud y otros psicoanalistas-, tal como desgrana en su novela autobiográfica Imago, en la experiencia íntima de cualquier persona, no existe el niño, pues éste es siempre una creación del adulto. De manera que la tendencia actual a la sobreprotección paternalista de la infancia para mantenerla alejada de la violencia y del sexo, indicaría la incapacidad de los adultos para abordarlos, reclamando así el concurso clarificador del arte.
En aquella exposición, aunque hubiera encajado a la perfección, entre las doscientas obras de setenta artistas –con figuras tan relevantes como Annette Messager, Mike Kelley, Cindy Sherman o Tony Oursler-, no figuraba todavía el joven Nadav Weissman (Haifa, 1969), cuyas exposiciones desde 1998 se sucedieron exclusivamente en Israel hasta que en 2005 su obra fue seleccionada en varias colectivas en Alemania y Estados Unidos. En 2006, de la mano de Octavio Zaya, su trabajo fue mostrado en nuestro país en Globos Sonda (MUSAC) y Del Revés Inside-Out. Artistas contemporáneos de Israel (MARCO), además de su participación en ARCO con la instalación “Behind the Fence” (Detrás de la valla).
La perturbación que provocan sus instalaciones son difíciles de olvidar y en esta su primera exposición individual en Madrid, Weissman vuelve a recrear a lo largo de toda la galería un espacio otro, patio trasero o sótano, conducido por los raíles de un tren de juguete, y en donde se incluyen varias construcciones de madera, pinturas, dibujos en vídeo y sus característicos personajes infantiles, algunos en pañales encerrados en agigantadas urnas de plástico con papeles revoloteando a modo de agitados copos de nieve, y algún otro, apresado y amenazado sexualmente por un perro. En conjunto, la obra destila un humor grotesco, avivado por notas coloristas que aligeran la truculenta trama que insinúa.
La aparente y pueril ingenuidad formal de Weissman apunta a ese escozor obsceno que recrudece los traumas infantiles, al obligarnos a habitar el sótano, lugar de lo prohibido para la inocencia infantil, tan recurrido en las películas de adolescentes de Wes Craven (El sótano del miedo), los cómics underground y en las novelas sobre la niñez, especialmente de autores hebreos como, p.e., Una pantera en el sótano, de Amos Oz. Puesto que, como ya apuntó Zaya, “todo lo que se refiere a Israel ya está marcado y significado de un modo u otro en nuestra conciencia moderna”, inevitablemente la identidad judía de Weissman le añade un fondo histórico traumático –por ejemplo, en esos vagones repletos de huesecitos, destinado a entrar en el túnel de la estación-, pero su trabajo se ha hecho merecedor ya de una recepción más amplia.