PhotoEspaña 2005

CIUDAD: habitantes
Publicado en Cultura/s, 6 de julio de 2005

El festival PhotoEspaña’05 dedicado este año a la Ciudad, bajo la dirección artística de Horacio Fernández, resulta en conjunto historicista, libresco y predominantemente anglosajón. Quizá fiel reflejo de las hegemonías políticas y culturales que nos ha tocado vivir, cuya propaganda visual encuentra en la nostalgia una de sus mejores herramientas de pervivencia, es al tiempo el fruto de la voluntad de un historiador que sigue confiando en que la memoria continúe siendo el mejor arma contra el advenimiento de la barbarie. En todo caso, es una opción, tanto más respetable cuanto discrepa de la urgencia de actualidad con que se viene abordando el tema de la ciudad como espejo revelador de los conflictos de nuestras sociedades en bienales, ferias y muestras de todo tipo en los últimos años.
Gran parte de las 26 exposiciones de la Sección Oficial están dedicadas a sus habitantes, representados a través de tres calas en el tiempo: los años 40 y 50, la “década prodigiosa” de los sesenta y setenta y nuestro presente. Ejemplares respecto a los dos primeros tramos resultan las series monográficas de Robert Rosenblum y Bill Owens reunidas bajo el rótulo de “Calle Mayor”, que más bien evocaría un homenaje al cine español y las imágenes entrañables de nuestra posguerra de Gabriel Cualladó. Sin embargo, si los fotógrafos españoles se fijaban entonces en el neorrealismo italiano, en EEUU Rosenblum y la Photo League, volcados en la “documentación honesta” en la resaca de la Depresión del 29, proporcionaron el vocabulario y la sintaxis de buena parte del cine americano, que de hecho sigue recreando hasta la saciedad sus encuadres y atmósferas del Harlem de los cincuenta. Otra deriva interesante de la época es el fotolibro Las ciudades de William Klein, un retrato del Nueva York de 1956 que, por su factura expresionista y dadá (originalmente se tituló LA VIDA ES BELLA Y SERÁ MÁS BELLA SI ESTAS EN NUEVA YORK. UN TESTIGO EN TRANCE VA DE FIESTA), tuvo que ser editado en Europa, ante la incomprensión de los editores estadounidenses que todavía no habían asimilado qué significaba el trasvase París-Nueva York en curso para la creación de imágenes.
Después, el cambio producido en aquel país a partir de los sesenta es mostrado en una de las mejores series de todo PhotoEspaña’05, el fotolibro “Suburbia” de Bill Owens: un proyecto documental sobre los barrios periféricos de California, centrado en el american style of life, con jugosos títulos ofrecidos por sus protagonistas: familias de clase media fascinados con su nueva barbacoa y las comodidades de la vida pop.
Pero la revisión historicista deja claro que la sucesión de la Modernidad a la Posmodernidad, a partir de los sesenta, ha marcado la transición del sujeto ciudadano al sujeto automóvil, en una proporción asimétrica: cuanto más bollantes y omnipresentes son estos, tapizando la urbanidad, tanto más aislado, depauperado y residual es el perfil del urbanita. Esta contraposición se hace explícita en la exposición colectiva “Viaje alrededor de mi casa”, con la opulencia de los vehículos-vivienda customizados de Satoshi Minakawa frente al duro vídeo de Francesco Jodice y Karl Karman “Hikikomori”, un término japonés para referirse a los jóvenes que se recluyen en sus casas, presos de la comunicación cibernética, pero a los que les “incomoda” y “hace daño” el contacto directo con sus semejantes. El intervalo entre esos extremos lo propicia Martin Parr, con su serie “Aparcamientos”, realizada en 28 países de todos los continentes, homologados por las multinacionales de la industria automovilística, y donde ironiza, con su encuadre repetitivo, sobre el primer y quizá último deseo diario de la mayoría de los ciudadanos: encontrar un hueco.
Fluidez, nomadismo o paseo. Vivir la ciudad es disponer de la mayor condensación vial. El joven Stephen Gill pone el acento en dos tipos de viandantes. “Perdidos” retrata a esos inevitables turistas que al sacar su mapa plantan una banderita efímera, a la intemperie del mejor y peor trato de la ciudad. “Invisible”, de más enjundia, hace que nos fijemos en los trabajadores especializados en el mantenimiento de la ciudad, cuyos uniformes reflectantes evitan que sean arrollados y, a fuerza de visibilidad, les convierten en invisibles. Como contrapunto, no dejen de ver la inmersión reciente de Óscar Mariné entre las gentes de Buenos Aires.