Rainer y Roth, patinazos y otros duelos

Arnulf Rainer/ Dieter Roth, Mezclarse y separarse, Sala Alcalá 31, Madrid
Publicado en El Cultural, 2 de marzo de 2006

Recordando su colaboración con Roth, Rainer concluye: “introducimos algo así como el patinazo en las figuras libres del arte”. Cuando a instancias del austriaco, comenzaron a trabajar juntos en 1972, ambos artistas estaban en su plenitud gracias a su respectivo compromiso con la creatividad sin límites. Arnulf Rainer (1929), tras consagrarse como el más penetrante epígono del expresionismo abstracto, con sus telas sobrepintadas, en los sesenta había comenzado a explorar los márgenes del arte, iniciando su colección de imágenes producidas por enfermos mentales y sometiéndose a experimentos con drogas alucinógenas; al final de la década, comenzaba una nueva serie de fotografías con dibujo y pintura sobrepuestos que le llevaría en los setenta a ser un referente imprescindible tanto del body art como de la expansión artística de la fotografía, a través del concepto “intermedial”, tan en boga en la época. Por su parte, el suizo Dieter Roth (1930 – 1998), conocido por sus esculturas blandas con materias comestibles, sus ediciones de libros rasgados, películas y “estupidogramas”, y en relación con los Fluxus, era reclamado por la galería Grünangergasse, la primera gestionada por artistas en Viena, para convertirse en el George Maciunas de la escena austríaca.
La cooperación, que llegaría a su momento álgido en 1979, con la performance “Tentando trampas” - en la que Roth rasuró el cabello a Rainer-, en el festival de performance de Múnich, y las “Acuarelas rápidas” en la tercera Bienal de Artes Plásticas de la Secesión de Viena, bajo el lema “Expansión”, y donde los artistas imitaron las imágenes construidas por un chimpancé, había recorrido ya toda suerte de soportes y modalidades: sesiones fotográficas, pinturas, grabados, vídeos y emisiones televisivas, hasta un total de unas ochocientas obras, realizadas conjuntamente, en el estudio de Rainer, o completadas vía postal, en correspondencias de ida y vuelta. De las que aquí se muestran, por primera vez en España, doce series variadas, con más de cien piezas.
En muchas de ellas, vemos a Dieter Roth llevar la voz cantante. A pesar de tener prácticamente la misma edad, Arnulf Rainer parece un joven tendente a la humillación frente a la opulencia y la autoridad discursiva de Roth. Debe de tener razón el comisario, Robert Fleck, cuando nos asegura que las obras fueron siempre resultado de un constante juego de poder entre ellos: duelos dirigidos expresamente a poner en declive la autoría (recordemos la insistencia en la “muerte del autor” por parte de Foucault y otros en aquella época) y subrayar la insurrección de planteamientos absurdos y amorales, en paralelo al “antiedipo” del dúo Deleuze y Guattari en 1972. Traspasar el límite de la vergüenza arrollando los tabúes artísticos y la autocensura con humor delirante fue la “máquina de creatividad” de sus sesiones de “imbecilidades”. Idiosincrasias de un proceso que el espectador se ve obligado a intuir por su cuenta, ante una muestra desprovista de mínimas indicaciones y muda, ya que incluso no se ha considerado la conveniencia de subtitular el vídeo, muy sugerente sobre la forma de trabajar de este “dueto” de lengua alemana. Además, la potente figura de Roth –menos conocido que Rainer en Madrid (con sólo una individual en el MACBA, en 2001)- queda desdibujada. Pues si la exposición presenta obras de Rainer anteriores y posteriores a esta colaboración, incluidas las recientes fotografías manchadas de Tenerife, nada se añade de Roth, cuyas contemporáneas ediciones de “música raramente oída”, junto a Nitsch, Brus, Wiener y otros, hubieran parecido, en este contexto, imprescindibles para reconstruir con mayor coherencia la atmósfera colaborativa de los vanguardistas de los setenta, vistos hoy todavía como contramodelos, frente a la pulida alianza de los artistas con las exigencias mercantiles que imperan en la actualidad.