Sergio Prego. El truco está al descubierto

Sergio Prego, galería Soledad Lorenzo, Madrid
Publicado en Cultura/s, 1 de febrero de 2006

Aunque Sergio Prego (Fuenterrabía, 1969) se dio a conocer y ha sido incluido en numerosas colectivas de vídeo (“Luces, cámara, acción”, IVAM, 1997; “Monitor: Volume I”, Gagosian Gallery, 2001; “Bad Boys”, Biennale di Venezia, 2003, entre otras), detesta el monocanal. Su investigación, centrada en el espacio, está enraizada en la evolución de la tradición escultórica vasca (Oteiza, Badiola), con la incorporación de las reflexiones minimalistas y performativas acerca de los límites de su experimentación corporal y visual. Los conceptos de Bruce Naumann de “observación de manipulaciones” y “manipulación de observaciones”, así como los de “amplificación” y “privación”, como estrategias para poner en marcha los mecanismos psicofisiológicos de defensa ante la confusión gestáltica, continúan siendo útiles para entender su trabajo, caracterizado por la utilización de medios electrónicos low-tech al servicio de una rara habilidad ingeniera, con resultados muy impactantes.
A lo largo de la última década, Prego ha intentado demostrar que la “música es figurativa, un signo del mismo espacio en que se encuentra” en la instalación sonora de la pasarela que une el viejo y el nuevo edificio del Museo de Bellas Artes de Bilbao, donde se pretendía redefinir los límites del espacio por la percepción del sonido de quienes lo transitaban. Y ha ensayado a organizar situaciones colectivas, como la fiesta de “Absolut”, donde el dispositivo de flashes fotográficos al atravesar los torniquetes de control de acceso generaba a la vez que documentaba el evento. La reja modular de acero que entonces separaba las dos zonas se ha reinstalado en la galería, formando un rectángulo de treinta metros cuadrados vacío, al que se accede por una angosta apertura lateral, y cuyo resultado final dista mucho del inquietante, óscuro y sórdido lugar, abandonado y postindustrial, del evento original. Transtodo (2003) aísla, además, las instalaciones de dos importantes piezas producidas en 2005 y que ahora se muestran en la segunda individual del artista en Soledad Lorenzo.
A la entrada nos topamos con Sunoid, un artefacto mecánico de cuatro metros de longitud compuesto por dos brazos articulados formados por dos tubos de luz fluorescente, en continuo movimiento, y que hasta ahora sólo conocíamos por el vídeo Sunoise (presente en la reciente colectiva “Hasta pulverizarse los ojos”). El autómata electrónico describe trayectorias imprevisibles al dictado de un programa computerizado aleatorio, explorando torpemente los límites del espacio, en su particular desafío a la fuerza de la gravedad. La apropiación del espacio por parte del dispositivo, que transfería el vídeo, ambientado dramáticamente en la nocturnidad de una sala de archivos vacíos, se afina aquí mediante la grabación simultánea, cuya proyección vemos en la pequeña sala de la planta baja de la galería y en donde comprobamos la conversión de otros espectadores en intrusos sorprendidos (y quizá algo atemorizados) ante el terreno del alien.
En la otra pieza podemos contemplar dos vídeos, “Anti” y “Para”, derivados de “ANTI-After T.B” (2004), la instalación y performance llevada a cabo en la Sala Rekalde con la que Prego volvía a subvertir las leyes de nuestra percepción y comportamiento en el espacio, mediante la representación de la ingravidez, que había iniciado con “Yesland, I’m here to stay” en la Sala Montcada en 2001. Si en aquel vídeo Prego rastreaba el techo y las paredes, ante la estupefacción del espectador que no llegaba a solucionar la estructura espacial en la que se movía ni a desentrañar el proceso de elaboración de la representación; en estos, aludiendo a la serie de coreografías “Caminando sobre las paredes” de la neoyorquina Trisha Brown filmadas en el Whitney Museum en los años setenta, se exhibe el utillaje completo de la acción: las paredes construidas y en rotación sobre las que literalmente caminan varios jóvenes, sujetos con arneses a un sistema de raíles. Esta explicitación y desnudez de sus ingenios técnicos parece marcar un giro respecto a la anterior etapa, con la serie de vídeos “Tetsuo bound to fail”, en donde cuerpos y líquidos flotaban en una espiral frenética y sorprendente. Ahora, el truco está al descubierto. Pero la fricción entre representación y documentación sigue planteando desorientaciones. Prego asume las características de la imagen electrónica descritas por Deleuze en La imagen-tiempo: su reversibilidad y reorganización intrínsecas determinan que “el espacio enreda sus direcciones, sus orientaciones, y pierde cualquier primacía el eje vertical”. Y una vez más, su trabajo conecta con la ansiedad del sujeto contemporáneo ante la velocidad de adaptación requerida entre libertad virtual y constreñimiento de los espacios. Porque lo sublime todavía esta aquí.