Tracey Emin. Política de lo personal

Tracey Emin 20 años, CAC Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, Málaga
Publicado en Cultura/s, 28 de enero de 2009

Sin pudor. La carrera artística de Tracey Emin (Londres, 1963) se ha cimentado en contar su vida a las claras. Lo ha hecho cara a cara en sus tiendas de objetos y encargos (la primera la puso con su amiga, la Young British Artist Sarah Lucas), y también por prensa y televisión. El comienzo de la trayectoria de Emin conecta con el inicio del furor por los reality. Algo que aprovechó también la veterana Louise Bourgeois, quien tras su éxito en la Bienal de Venecia de 1992, ya septuagenaria, se prodiga en detalles escabrosos sobre sus relaciones familiares en la infancia. Sin embargo, la proximidad de los traumas de la joven y atractiva Emin -que, en el típico bucle autodestructivo, hasta hoy no deja de reeditar- parece saltarse del todo la convención mínima del traslado de la vida a la producción artística. Algo en lo que son especialmente cuidadosos los escritores, obligados a narrar. Y más tras el aserto setentero de la “muerte del autor”, que después recibiera la crítica de las feministas, enfadadas con que la superación del tópico del genio coincidiera con la conquista por parte de las mujeres de la creación artística. En el caso de Emin, el lema feminista “lo personal es político” parece llegar a su paroxismo. Cuando se la acusa de exhibicionismo, su respuesta favorita es: “Muéstrame un buen artista que no tenga un ego enorme y te daré 100 libras”.
Los traumas de Emin encadenan una secuencia desafortunadamente tópica para muchas mujeres de nuestra época: la doble nacionalidad (y cultura) debida a su padre de origen turcochipriota que les abandona a mitad de la infancia, la desestructuración familiar, una adolescencia con demasiado alcohol y sexo, incluida una violación juvenil, varios abortos y otros tantos desengaños amorosos. Todo lo ha utilizado como material artístico, con telas, objetos transformados, escritos, dibujos, grabados, acuarelas, instalaciones, fotografías y vídeos. Lo excepcional de Tracey Emin es la franqueza con que lo expresa, agarrando al espectador. La misma sinceridad que le ha llevado a tomar decisiones drásticas con su trabajo, destruyendo obra e imponiéndose con formas y estilos denostados.
La excelente retrospectiva, procedente de la Scottish National Gallery of Modern Art e itinerante después de Málaga en el Kunstmuseum Bern, comienza con las pequeñas fotografías montadas sobre lienzos de los cuadros que había destruido en 1990, después de un aborto, mostradas en su primera exposición My major retrospective, de 1993. La pieza es importante porque deja clara la ascendencia artística de Emin en el expresionismo, la tendencia hegemónica en la generación británica anterior (Francis Bacon, Lucian Freud, Kozloff…), pero totalmente rechazado en las últimas décadas del XX. Y también se encuentra la reconstrucción completa de la galería de Estocolmo en la que durante febrero de 1996 volvió a pintar, permaneciendo tres semanas con lo más imprescindible: un cubo, una cama, un hervidor de agua y poco más. A menudo desnuda, el público podía ver su Exorcism of the Last Painting I Ever Made a través de pequeñas mirillas, invirtiendo por completo la última obra de Duchamp. Con todo, quizá la influencia más rotunda sea la del vienés Egon Schiele, algo que se extrae de sus excelentes monotipos, cuya técnica pobre y brusca, desnuda e instantánea ha hecho ya propia. En las desvaídas y formidables acuarelas, sin embargo, se halla más cercana a Munch, una herencia referida en el vídeo Homenaje a Edgard Munch y a todos mis niños muertos (1998). Pero Emin pinta también sus frases con neón, a la manera de Bruce Nauman: “You forgot to kiss my Soul” (2001), en un corazón sexy de bar nocturno. Y sigue produciendo sus famosos edredones con letras, casi a modo de diario visual.
Sean lúdicas o angustiadas, como el sillón con que realizó el tour por Estados Unidos o el frágil muelle a modo de montaña rusa (“It’s Not the Way I Want to Die”, 2005), todas sus obras desprenden la cruda experiencia del sexo, del amor y el miedo.