Vidrieras de todos los tiempos

LA VIDRIERA ESPAÑOLA. Del gótico al siglo XXI, Fundación Santander Central Hispano, Madrid

Publicado en “Revista”, suplemento semanal de LA VANGUARDIA, 24/6/2001

Contemplar de cerca las vidrieras, poder detenerse ante las caprichosas estribaciones del plomo, apreciar las imperfecciones del vidrio aprovechadas para amplificar la centellante policromía, admirar los finos trazos rítmicos arañados de la grisalla, comprender en un breve recorrido la historia de este arte alquímico, sus técnicas y su evolución expresiva, desde sus orígenes a la actualidad. Todo esto nos ofrece la primera exposición dedicada a las vidrieras. Comisariada por Víctor Nieto Alcaide, que hace ya veinte años nos deleitara con “La luz, símbolo y sistema visual” (Cátedra), la muestra puede verse hasta el 15 de julio en la Fundación Santander Central Hispano de Madrid.
Los emplazamientos generalmente elevados de las vidrieras evocan un misticismo de lo inaprehensible, como la luz y el fuego con que se componen esas imágenes que siempre han estado más allá de las artes suntuarias. Pero su lejanía también ha impedido su conocimiento, cuyo efectivo estudio integrado en la historia del arte es muy reciente, a pesar de que ya Antoni Rigalt, en pleno apogeo del modernismo y del uso intensivo que entonces se hace del vidrio, en su ingreso en la Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, el 21 de mayo de 1884, discurriera sobre “Las vidrieras de colores en la decoración del templo cristiano”. Ocho años antes de que se comenzara la restauración de las vidrieras de la Catedral de León, que es la primera toma de contacto rigurosa con la vidriera antigua e inicio también de esta exposición. Aunque lo más antiguo que conservamos en España son las vidrieras de la Iglesia del Monasterio de Las Huelgas de Burgos, realizadas en las primeras décadas del siglo XIII.
Sin embargo, de las grandes construcciones góticas sólo la Catedral de León fue dotada de un programa completo de vidrieras a finales del siglo, en donde luce ya con todo su esplendor la magia de los modestos recursos utilizados. Los métodos para la obtención del vidrio de la época limitaban la gama cromática al rojo, azul colbalto, verde esmeralda, rosa morado y vidrio incoloro, llamado también blanco. Las planchas eran de pequeño tamaño, de textura y grosor irregular y sus cortes imperfectos con alicates de roer se alojaban en el alma o interior de las vergas de plomo que funcionan como trazos negros para siluetear las figuras. Para representar los rasgos de los rostros y de las manos y los pliegues de los ropajes se utilizaba la grisalla, una tinta que tras ser aplicada y raspada en el vidrio volvía a cocerse en una o varias capas dependiendo de la complejidad expresiva.
Posiblemente, el primer ejemplo de la introducción en España de una nueva técnica descubierta por maestros vidrieros franceses, el amarillo de plata - que posibilitó la presencia de dos colores en un mismo vidrio así como la modificación de tonos-, sea lo realizado por el francés Guillem Letumgard en la Catedral de Girona, a mediados del siglo XIV, época en la que la vidriera tiene un gran desarrollo en los amplios programas constructivos que se emprenden en Cataluña, Valencia y Baleares. Durante el siglo XV, la influencia francesa cederá ante la hibridación de las escuelas nacionales con los maestros flamencos que introducirán la nueva estética lineal y realista del Renacimiento pero dotada de una ampulosidad y énfasis en el volumen común a Arnao de Vergara, Juan del Campo y el barcelonés Gil Fontanet, que trabajó frecuentemente con pintores para elaborar los cartones previos.
Pero la evolución de la vidriera en España engarzada a la expansión de las catedrales es una historia interrumpida. Después del Concilio de Trento (1563) prácticamente cesarán los programas de vidrieras, cuando no serán sustituidas por vidrios incoloros al dictado de la luminosidad barroca. Sólo al final del XIX con la nueva sensibilidad hacia la conservación y la restauración promovida por Viollet-le-Duc y el resurgir de las artes decorativas al hilo del Modernismo, volverá a brillar el arte de la vidriera. De lo primero, hay unas excelentes vidrieras con temas vegetales creadas por Guillermo Alonso Bolinaga para cerrar las lancetas de las naves laterales de la Catedral de León, cuyo diseño y color conviven a la perfección con las antiguas, incluso desde una óptica próxima, como puede comprobarse en esta exposición.
El Modernismo, además de aportar nuevas técnicas como el cloisonné (la misma técnica del esmalte de aislar el color en celdillas de metal aplicada al vidrio) y materiales como el vidrio colado (pasado a rodillo, impreso o listral, con distintas texturas), volvió a integrar la vidriera en el conjunto de la arquitectura. Y no sólo religiosa, de la que aquí hay una preciosa representación de San Valerio diseñada por Gaudí para la catedral de Mallorca. Sino también en la vivienda burguesa y los edificios públicos, comportándose como un elemento de prestigio y distinción de los escenarios de la vida moderna, desde las entidades bancarias y las sociedades industriales a los grandes hoteles y teatros. Muchas de aquellas vidrieras fueron realizadas por la Casa Maumejean, fundada en 1860 y con sedes en Madrid, Hendaya, San Sebastián y Barcelona, y que con su eclecticismo se adaptó tanto al culto reverencial del pasado como a la moda dèco.
Con la libertad de las vanguardias y la redefinición de la pintura a un plano cromático de composición, la vidriera se afirma como el arte del color y de la luz. Además de Braque, Matisse o Chagall, en nuestro país Joan Miró ensayó nuevas vidrieras para la Catedral de Mallorca realizadas por Joan Vila-Grau, autor junto a Pere Valldepérez de sendos y bien explicativos textos en el catálogo. Estos dos estudiosos y maestros encabezan una dilatada lista de artistas cuyo trabajo alcanza la actualidad, marcada por la experimentación en texturas y formatos y la apertura a toda clase de lenguajes expresivos. La independencia del marco arquitectónico y su carácter autónomo objetual son notas distintivas de la vidriera del siglo XXI. Sus dibujos, al cortar el aire, siguen vistiendo de color nuestros sueños contemporáneos.