Vírgenes y sueños. Vasconcelos / Cinto

Vasconcelos/Cinto, Casa de América, Madrid
Publicado en Cultura/s, 29 de septiembre de 2004
Si todavía no conoce Fátima, ahora tiene la oportunidad de embarcarse con Vasconcelos, quien hace el trayecto desde Lisboa conduciendo un carromato de tres ruedas, con el objetivo de comprar virgencitas reflectantes en un pueblo vulgar, atestado de tiendas de souvenirs: el paisaje habitual de los centros de peregrinación. En el divertidísimo vídeo, repleto de situaciones absurdas debidas al anacrónico transporte, la artista parodia las roadmovies norteamericanas, registrando carteles publicitarios, rótulos y fábricas de entre los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Con ironía y nostalgia fifty-fifty, Joana Vasconcelos (París, 1971) comparte con otros artistas de su generación la fascinación por la época de los beat y el pop. Más popular que pop, aunque se rastreen influencias directas, por ejemplo de Niki de Saint-Phalle en su pieza colgante multicolor Valquíria, la artista lusa se apropia, descontextualiza y multiplica en escala objetos cotidianos de la memoria colectiva ibérica. Sin duda, esta proximidad kitsch justifica la presencia casi asidua de su trabajo últimamente en nuestro país, en colectivas (como en el reciente “Encuentro de dos colecciones” mostrado en Caixaforum, donde se presentaba Tolerancia Cero) e individuales (Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, 2003; Galería Elba Benítez, 2001). También el pasado año impartió un curso en la Universidad Europea de Madrid bajo el significativo título de “Connecting people”, aludiendo obviamente al lema publicitario de una conocida marca. Pero no es el universo de la tecnología punta, sino más bien el ámbito doméstico de las artesanías y el bricolage casero, el terreno sobre el que su obra destila confianza en la creatividad, entendida como una energía vital, colorista, de un ludismo casi infantil y siempre sobrada de un humor que abarca todos los registros.
Las paredes de la segunda planta del Pabellón de Caballerizas se han cubierto con el dibujo-instalación de la brasileña Sandra Cinto (Santo André, 1968), La casa del soñador. Varias estancias quedan conectadas por la sucesión de arquitecturas etéreas y arácnidos paisajes fantásticos que, desde un imaginario propiamente lírico, invitan al juego de la levitación en remembranza de la infancia. Una obra de gran formato, más que interesante en la actual revalorización del dibujo.