Xul Solar, el genio argentino

XUL SOLAR, alquimista, MNCARS, Madrid
Publicado en rev. “Libros”, suplemento cultural de LA VANGUARDIA, 3/5/2002
Excepcionalmente nos encontramos con personajes que no pertenecen a la época en la que viven. De hecho, los llamamos “personajes” porque confirman la intuición de Jorge Luis Borges de que “la realidad es lo que queda de antiguas imaginaciones”. Su anacronismo es fatal, por más que con empeño ciclópeo absorban los modales de su tiempo para terminar por convertirse en vehículos emblemáticos de sabidurías ancestrales. Ese es el caso del argentino de procedencia ítalo-germana Oscar Alejandro Agustín Schulz Solari (1887-1963), autobautizado para el mundo cultural Xul Solar, nombre que no es sino un anagrama de la Lux Solaris. Pues Xul Solar no fue sólo uno de los introductores de las vanguardias artísticas en Argentina tras su largo periplo europeo (1912-1924), sino también poeta, colaborador asiduo de revistas literarias, traductor de Kipling y Thomas Mann, inventor de lenguas universales y juegos, esoterista e instructor de la Orden Rosacruz y cofundador de la Logia Kepler de Buenos Aires, cuya carta patente constitutiva de 1929 coloreó con la dedicada paciencia y humilde y casi infantil manualidad que manifiestan sus obras. Por ello, el personaje que representaba Xul Solar parece muy cercano al mago o alquimista de los arcanos del Tarot, que frecuentaba y llegó a versionar, y tanto más a la vista del pectoral y cinturón de discos magnéticos que usaba para concentrarse y ahora se exhiben en esta muestra.
Es sin duda un acierto del comisario Marcos-Ricardo Barnatán el haber incluido, además de cerca de cien dibujos y acuarelas, una plétora de objetos, entre los que se encuentran el piano de teclas de colores –que el propio Solar talló- para facilitar el aprendizaje de la música, máscaras articuladas y títeres, su panajedrez, un invento cabalístico, las cartas astrales levantadas por Xul Solar de propios y extraños (de su amigo Borges pero también de pintores y literatos de diversas épocas históricas), fotografías y una buena representación de su ecléctica y amplísima biblioteca. Contrasta, sin embargo, que a un cuidadísimo catálogo le acompañe un montaje tan frío y distante del calor de su axis-mundi, la casa-museo de la calle Laprida 1212 de Buenos Aires de la que procede esta exposición.
Planteada con rigor cronológico, desde sus acuarelas tempranas de los años veinte que expuso en Milán, y donde ya introduce el pancriollo -una especie de portuñol-, el recorrido parece girar sobre sí mismo, ya que al eclecticismo estilístico de Solar (ora más cubista, expresionista o simbolista-surrealista) se suma la vuelta cíclica a una serie de temas iconográficos recurrentes: los seres fantásticos, las arquitecturas y las banderas.
Xul Solar descubrió los dioses de las mitologías precolombinas en el Viejo Continente, en el British Museum de Londres y durante su estancia en Alemania, donde adquiere libros con ilustraciones y símbolos de los códices aztecas que después traslada a sus obras. En Múnich asiste al Taller de Artes Aplicadas, asimilando la poética de Klee, y profundiza en el humanismo teosófico de Rudolf Steiner, en donde arraiga su obsesión por el panlingüismo representado plásticamente por el motivo de las banderas. Pero quizá sus imágenes más penetrantes son las de sus arquitecturas y ciudades etéreas, frágiles y visionarias. La única inflexión en su trayectoria se encuentra en la década de los cuarenta: el horror de la Segunda Guerra mundial le hundió en un pesimismo que le llevó a rotular con los signos beligerantes del nazismo y del sionismo los muros de esas ciudades entonces desiertas, abocadas al abismo de un horizonte inalcanzable. Fue el embate de época más crítico para un artista que se entendía como un vínculo con lo espiritual.