Manu Arregui, objeto singularísimo

Publicado en Cultura/s, supl. Cultural de LA VANGUARDIA, 1 de abril de 2009, p. 22.
 
En plena excitación ante la inminente llegada del cine y la televisión 3D con que la industria del entretenimiento nos promete que nos habituaremos a traspasar el umbral de lo virtual, el movimiento horizontal de los fabbies responde ofreciendo software libre para materializar la creatividad de cada cual y escapar del sistema de producción y consumo actual. En el fabbing, se trata de aportar ideas para mejorar las incipientes fabb@home hasta que sean autorreplicantes. No cabe duda de que, a la vez, grandes corporaciones están rivalizando en investigación para controlar el mercado de máquinas de prototipado. Ya que de momento, estas impresoras 3D sólo fabrican objetos pequeños mediante inyección de materiales líquidos solidificantes, como el chocolate o el plástico. O la resina, que es el material que Manu Arregui propone para sus objetos singularísimos, cuyo diseño puede descargarse de su página en Internet para ser reproducidos con fabb@home, mientras los originales (de mayor tamaño) se exponen, a la venta, en la galería que asume los riesgos de esta controvertida propuesta. Al dar una vuelta de tuerca más en el cuestionamiento de la propiedad material e intelectual y su eventual distribución horizontal en el anquilosado sistema del arte, siempre reactivo a las consecuencias efectivas de los innovadores modos de producción en la época de la reproductibilidad técnica.


Que Manu Arregui (Santander, 1970) introduzca esta reflexión en su  tercera exposición en esta galería se enmarca en una trayectoria de casi una década en la que su trabajo ha mantenido una interrogación constante sobre las tensiones que se establecen entre apariencia y realidad. O, para decirlo más exactamente, el cuestionamiento de la codificación de representaciones y lenguajes. Lo que le ha llevado a incursiones sobre el género masculino, la interpelación al simulacro de Baudrillard, la reconsideración de narrativas educativas melodramáticas y la utilización de personajes extraídos de los reality televisivos, como en el vídeo “Irresistiblemente bonito”, encargo y propiedad del Guggenheim que se rescata aquí en versión monocanal. Sin embargo, esta aproximación conceptual no hace justicia a un trabajo que huye de la literalidad: virtuoso, e incluso de sensibilidad manierista, sinuoso y de afilada poética, volcado en la formalización estilística del movimiento. A un artista valiente en su búsqueda de excelencia en los retos que plantean las nuevas tecnologías en la producción artística y en la vida contemporánea.
Asociado desde el inicio a la videoanimación, por “Coreografía para cinco travestis” (2001), emulada aquí en el objeto singularísimo que es un capricho de juego de manos, Arregui parece cerrar y comenzar un nuevo ciclo, con estas primeras materializaciones en resina de lo modelado mediante programación para sustentar sus historias anteriores. Los otros dos objetos, que emulan una espiral lechosa y un cúmulo nebuloso, de perfil  neobarroco, están más relacionados con el vídeo “Streaming”, cuya impecable factura no le impide intercalar la virtual comunicación a través de youtube, para hablar del vértigo del deseo. El vídeo, con un joven efebo a modo de actual Ícaro, ironiza sobre la experiencia virtual hasta su extremo: el suicidio. Bajo seudónimo, también está colgado en youtube. Y en mayo, más: Arregui inaugura un centro de arte contemporáneo en Ceutí, Murcia.