Picasso y amigos



Picasso. El deseo atrapado por la cola, Círculo de Bellas Artes, Marqués de Riera 2, Madrid. Hasta el 17 de mayo de 2009.
Comisarios: Françoise Lévèque, Carlos Pérez y Juan Manuel Bonet
Publicado en Cultura/s, supl. Cultural de LA VANGUARDIA, 13 de mayo de 2009, pp. 20-21.


Bajo la etiqueta “Picasso” se presenta esta entrañable exposición que es, en realidad, el tributo a un grupo de artistas resistentes en París durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. En cuanto a Picasso, a la sazón, el autor de la obra de teatro que congregará a este grupo, es un acierto su aproximación lateral. Ya que su misficación es tal que generalmente arrastra todos los tópicos del genio (individualista, viril, etc.), de manera que parece  que a la obra del  artista sólo pueda accederse desde calas exclusivas de entre su producción; o bien, a lo sumo, a través de la relación con sus mujeres (el genio y sus modelos),  con sus rivales contemporáneos (Matisse, o Beckmann, llamado picasso del norte), con los maestros de la historia del arte (como se hizo en el Prado) e incluso como el héroe contra la dictadura franquista. En esta ocasión, sin embargo, Picasso como escritor se nos muestra perfectamente nivelado junto a sus amigos, escritores y filósofos, fotógrafos y pintores, algunos de ellos también auténticamente genios de época, como Simone de Beauvoir, y piezas imprescindibles para entender la cultura europea del siglo XX, como Michel Leiris, anfitrión de tantas veladas, entre las que se enmarcarían las de ensayo y representación de esta obrita “Le Decir attrapé par la queue” (1941), poco antes de la liberación de París, el 25 de agosto de 1944.
La representación de la obra, situada en pleno periodo de actividad literaria del pintor –asunto tratado en la exposición de 2005 en el Museo Picasso barcelonés dedicada a la intensa relación del artista con la edición, en donde se mostraron sus cuatro libretos teatrales y su extenso poemario, además de su muy prolija actividad como ilustrador-, debió de suponer para este grupo un jocoso exorcismo de tantas penalidades. Surrealizante, ubu y rabelaisiana, e inspirada en último término en las Mamelles de Tiresias de Apollinaire en donde todo gira en torno a los amores entre El Gran Pie y La Tarta -como ya hizo notar Simone de Beauvoir en sus memorias La force de l’âge- fue dirigida por Albert Camus. Michel Leiris representó el “Gran Pie”, Raymond Queneau hizo de “Cebolla”, a Jean-Paul Sartre le tocó el papel de “Fondo Redondo” y “Las Angustias” fueron interpretadas por Georges Hugnet y Dora Maar. Además, Jean Aubier encarnó “Las Cortinas” y Jacques-Laurent Bos se encargó de “El Silencio”. Zanie de Campan, Lousie Leiris y Simone de Beauvoir se repartieron los roles de “La Tarta”, “Los dos caniches” y “La Prima”.
Todos ellos son los protagonistas de esta completa exposición de pinturas y dibujos, carteles, collages y fotomontajes, libros y fotografías, entre los que destacan desde el punto de vista plástico la edición ilustrada de Sans coup férir de Tristan Zara a cargo de Jean Aubier; los fotomontajes de Germaine y Georges Hugnet, divulgador de L’aventure Dada; las piezas etnográficas del matrimonio Leiris; las fotografías de Dora Maar. Y cómo no, los dibujos, grabados, pinturas y una de las calaveras (en bronce), que era uno de los temas preferentes de Picasso.
Sin embargo, en conjunto, el sentido de esta muestra queda conformado  desde el inicio por la pregnante serie de fotografías de Brassai realizada en el estudio de Picasso, quien tres meses después de la representación convocó a los miembros de la “compañía” junto al distinguido público asistente: Georges y Sylvia Bataille, Georges Braque, María Casares, Jacques Lacan, Henri Michaux, Pierre Reverdy, Jean Cocteau, Jean Marais y Cécile Eluard, entre otros. Pues de lo que se trata aquí es de destacar la fertilidad de la creatividad en grupo y los detalles que ligan producción artística y vida cotidiana – se puede ver, incluso, un trozo original del mantel rayado y firmado por Picasso del restaurante El Catalán, que frecuentaba junto a otros artistas-. En definitiva, nos habla de una época en que poesía y pintura fueron tan inseparables como el combate estético, lúdico e irreverente, del compromiso político.